«La palabra pobreza parece perseguirno a nosotros, la población desplazada, por la carencia de una educación formal», dice Mauricio cuando se refiere a su situación. En Colombia los niveles de pobreza de la población desplazada pasan del 50% antes del desplazamiento al 94% después del mismo. Lo mismo ocurre con los índices de indigencia, que se incrementan del 23% al 77%. La población desplazada que habita en la costa sur del pacífico colombiano no es la excepción a esta situación. Mauricio, tiene 36 años de edad, vive con su esposa y tres hijos. Hace más de 3 años fueron desplazados y desde entonces la situación de pobreza se ha empeñado en seguirlos sin dar tregua. Es inevitable no hacer una reflexión frente a la situación de Mauricio. Él y su compañero de pesca salen entre 4 y 5 veces por semana al mar y pescan entre 20 y 50 Kilos de camarón. En un supermercado de la capital de Colombia el kilo de estos camarones podría llegar a costar -en el supermercado de una ciudad- entre $15 y $30 dólares (o más). Mauricio vende 20 kilos de camarón en $25 dólares. Una primera hipótesis sobre la situación de Mauricio es que su vida también es un reflejo de un país de renta media alta, pero con una desigualdad enorme en la distribución de la riqueza. Mauricio tiene una hipótesis de su situación: “lamentablemente en la economía nos va mal, y eso tiene que ver con nuestro nivel de educación”. Él está convencido que con una mejor educación podrá mejorar sus ingresos y dejar a tras su actual situación. “Sueño con hacer mi propio negocio sin depender de nadie, pero para eso necesito aprovechar las herramientas del estudio que ustedes (Consejo Noruego para Refugiados) me brindan”. En este escenario educativo es donde los mismo estudiantes encuentran posibilidades en la experiencia del programa de educación Etnobachillerato, impulsada por el Consejo Noruego para Refugiados, apoyada por la Red de Consejos Comunitarios del Pacifico Sur y financiada con fondos del Telethon de Noruega y Agencia para la Cooperación y el Desarrollo de Canadá (DFATD); más de 300 estudiantes se han logrado beneficiar de esta iniciativa.
Los Estudiantes del programa Educación
Este Programa Educación de Etnobachillerato logra incluir a la población desplazada, a personas en riesgo de desplazamiento, a personas vulnerables que se encuentran por fuera del sistema educativo a través de un programa innovador que va más allá de brindar herramientas basadas en las competencias básicas educativas, posibilitando un mayor reconocimiento de la cultural de la población afrocolombiana. Mauricio y los otros estudiantes están aprendiendo a valorar su cultura. “Si el sistema médico en Tumaco siempre nos responde con medicamentos como aspirina, yo le tengo otra cura: la ancestral. Las hierbas de la naturaleza se ponen a hervir en agua, después, cuando el agua se enfría, usted se toma el líquido y se le quita la tos, el dolor de cabeza, de barriga, o el dolor de espalda; dependiendo de la hierva que prepare(…) Eso hace parte de nuestra educación en este proyecto de educación”. Una educación que posibilita ambientes de aprendizaje cooperativos y autónomos con atención personalizada y promoción especial, orientado a garantizar una educación de calidad y sobre doto adaptada a la cultura propia.
Pescando entre Tiburones
Mientras Mauricio pesca y enfrenta el control de los grupos armados que hacen presencia en la zona, afronta restricciones a la movilidad y riesgos derivados de combates en la zona, él está convencido que con una mejor educación podrá mejorar sus ingresos y dejar atrás situaciones de violencia que empañan su labor como pescador. Según la Corte Constitucional, los sujetos que la habitan esta zona son: “de especial protección constitucional”. Esta situación obedece a la amenaza y el riesgo que estas comunidades afrontan en medio del conflicto armado en Colombia. Mauricio es contundente con su afirmación: “acá las redes de pescar tienen límites, los límites de un conflicto que no es nuestro”. Pese a esta situación y los riesgos del conflicto, más de 50 estudiantes en Chajal -una zona rodeada por agua salada y ubicada en el departamento de Nariño- asisten a una evidente práctica educativa que cobija el reconocimiento de una cultura ancestral, propia de este territorio afrocolombiano.
Una Educación que Certifica
“Estos programas son buenos para nosotros (dice Manuricio), especialmente porque nosotros sabemos que cualquier hombre por la ignorancia está destinado a la esclavitud de la guerra”. (aciendo alución a las personas que engrosan las finas de los grupos armados ilegales). Considerando las dificultades del contexto en general y los lugares donde se lleva a cabo el programa, especialmente en esta zona del pacífico colombiano donde el conflicto armado es parte de la vida cotidiana de los habitantes, los estudiantes logran avanzar hacia la certificación de sus estudios de básica secundaria. En la práctica los estudiantes por sí mismos han aprendido herramientas significativas para la vida a pesar de las diferencias que existen y que deben afrontar, sobre todo si se tiene en cuenta las dificultades y los riesgos que corre la población en medio de los actores armados del conflicto.
Trabajando conjuntamente por la Educación
Con el apoyo de los fondos del Telehon de Noruega y Agencia para la Cooperación y el Desarrollo de Canadá (DFATD), el Consejo Noruego ha logrado soportar económicamente el desarrollo de este programa de etnoeducación. El aporte de las comunidades locales ha sido el motor de la pedagogía y de la implementación del programa de educación. “Enseñarnos a leer a nosotros con los libros de siempre era dar un paso en la perdida de nuestra cultura en el mundo, ahora gracias al programa todos nosotros nos educamos a nuestra manera, con libros que nos enseñan a partir de nuestra propia cultura”, dice Mauricio, quien espera algún día logre una formación técnica para sacar mejor provecho de los cientos de kilos de camarón que pesca cada mes.
