Gabriel es técnico en ingeniería automotriz y trabaja en un taller reparando autos. Confiesa que en su labor diaria se esfuerza para seguir aprendiendo. Él sueña con desarrollarse en su profesión y que esto le traiga mayor estabilidad económica.

Ellas son Génesis  y Gabriennys. Entre abrazos y juegos, con la inocencia propia de dos niñas que han visto en sus padres el ejemplo de tenacidad y ganas de seguir adelante, se divierten juntas.

Esta familia ha tenido muchos comienzos. El primero en migrar fue Gabriel, luego de un año llegó Carleinis y por último, decidieron traer a sus dos hijas. Su trayecto no fue fácil, salieron de su país y cruzaron por un paso informal y peligroso. 

Cuando finalmente estuvieron juntos lo volvieron a perder todo como consecuencia de una inundación.

“Cuando se nos metió el río a la casa, las vecinas colombianas nos cuidaron y nos ayudaron”.

Hoy las dos hermanas estudian luego de algunos meses fuera de la educación. Gabriel nos cuenta con brillo en sus ojos la felicidad que siente al tener la oportunidad de enviar a sus hijas a la escuela.

“Llevamos a las niñas a una escuela, pero allá no las recibieron porque no contábamos con toda la documentación. Buscamos otro lugar y como ahora ellas tienen su identificación en Colombia, eso ya no es un problema” dice Gabriel. “Además, cuando se nos entró el agua y las vecinas vieron que las niñas perdieron los cuadernos del colegio, ellas mandaron a comprar colores y cuadernos para mis hijas”.

A pesar de que las niñas fueron priorizadas, por el gobierno colombiano, para la entrega de documentos regulares, sus padres, Gabriel y Carleinis, continúan a la espera de documentos que les permitan acceder a todos sus derechos y mejorando sus condiciones laborales. 

El Consejo Noruego para Refugiados, con el financiamiento de la Unión Europea, trabaja para hacer que la documentación, regularización y acceso a la educación de esta familia sea su último comienzo.