Imagina un lugar lleno de personas de diferentes países, con diferentes historias, pero con algo en común: la incertidumbre de cuándo iniciarán su viaje a través de una peligrosa selva que pondría en riesgo sus vidas.
Solo en los dos primeros meses de 2024, más de 70.000 personas cruzaron la selva del Darién donde hay reportes de violencia sexual, desapariciones y muertes. Miles intentan cruzar desde Sudamérica hacia Centroamérica a través de rutas informales y peligrosas.
Entre aquellos que esperan a las puertas de la selva, se encuentran familias enteras como la de Yolimar, de 45 años, que viaja con su esposo y sus dos hijos. Un viaje que esperaban fuera rápido, pero que en la realidad ha sido prolongado y tortuoso. Un viaje que ha terminado con sus recursos, afectado su salud y aumentado su incertidumbre.
En el limbo
Miles de migrantes llegan hasta las playas de Necoclí, al norte de Colombia con desinformación y desconocimiento sobre los riesgos a los que se enfrentan incluso antes de adentrarse en la selva del Darién.
“No estábamos informados de lo que costaba. Una cosa es lo que dicen y otra la que uno ve cuando ya está aquí” cuenta Yolimar que lleva más de un mes viviendo a la intemperie en la playa con sus dos hijos y su esposo porque no contaban con los recursos económicos suficientes para acercarse a la selva del Darién.
Hoy, su meta es vender bolsas de basura y reunir aproximadamente USD$350 por persona para tomar una lancha que les lleve a la selva y allí continuar el camino hacia el norte del continente. Sin embargo, esta labor no es nada fácil, mientras recolectan el dinero, enfrentan varios retos que ponen en duda su determinación para buscar protección en países del norte.
Yolimar huyó de la crisis en su país hace cinco años buscando oportunidades para su familia. Ha intentado reconstruir su vida en Perú –país al que llegó caminando cientos de kilómetros– y en tres ciudades diferentes de Colombia donde ha sufrido hurto, discriminación e incluso extorsión por parte de grupos criminales. Ella no soportó la violencia y por eso decidió iniciar el viaje con su familia hacia los Estados Unidos.
Tras varios intentos, aún no ha logrado una oportunidad de integración real. “Hay un momento en que me siento cansada porque esto de buscar una y otra vez un lugar para tener una vida digna, cansa”.
A pesar de las dificultades y el miedo, Yolimar y su familia parece no rendirse. Su mirada refleja la determinación de una madre dispuesta a luchar por un futuro digno para sus hijos.
Foto: Gustavo García / NRC. Yolimar (45) y su hija Valentina (14) recibieron asistencia médica para aliviar su situación de salud a través de NRC.
Historias del camino
En las carpas improvisadas en las playas de Necoclí —donde se alcanzan temperaturas de hasta 37º grados— se evidencian necesidades humanitarias agudas como enfermedades ocasionadas por la falta de acceso al agua potable, baños o duchas y la escasez de alimentos.
“Aquí [en la playa] las personas se sienten inseguras en las noches, no pueden dormir, temen a ataques. Sobre todo, las mujeres y los niños son los que sienten un mayor riesgo” cuenta Yolimar.
Miles de migrantes como ella comparten la misma situación. Duermen en la intemperie. Familias enteras, mujeres embarazadas, personas mayores y personas con discapacidad conforman el grupo de migrantes que se encuentran en el limbo sin los recursos necesarios para continuar y con una situación adversa que no saben cómo afrontar.
Cada persona lleva consigo una historia de resiliencia, pero es evidente que algunas personas y familias necesitan oportunidades de integración y protección.
El sueño de ejercer su profesión
Yolimar es trabajadora social de profesión, su mayor sueño siempre fue crear su propia fundación de ayuda emocional de la mano de su hermano, abogado. “Lo que más me dolió fue dejar mi familia atrás. Mi hermano murió de cáncer mientras yo estaba lejos y ahora sé que no lo volveré a ver”.
Foto: Gustavo García / NRC. Yolimar recuerda a la familia que dejó atrás en su país y sueña con algún día regresar.
Tanto en Colombia como en Perú, ella ha buscado un trabajo para ejercer su profesión, sin embargo, aunque obtuvo el permiso de protección temporal en Colombia no logró acceder a un empleo en la condición que ella esperaba.
“Yo sueño con encontrar un lugar donde estabilizarme, ahorrar y regresar a mi país. Quiero abrazar a mi mamá y a mi hijo menor que no veo hace cuatro años. Me gustaría cumplir el sueño de hacer la fundación que pensamos con mi hermano”.
Aliviar la necesidad
La situación humanitaria en las puertas del Darién es un llamado a tomar acciones para proteger la dignidad humana.
Como Consejo Noruego para Refugiados – NRC, brindamos información y alertamos a familias como la de Yolimar sobre los riesgos que pueden encontrar en la ruta migratoria, además les informamos sobre alternativas de protección para prevenir y mitigar los riesgos.
También realizamos actividades educativas para niñas y niños e informamos sobre las rutas institucionales de asistencia a sus necesidades, por ejemplo, de salud.
A pesar de los esfuerzos humanitarios, la situación de las personas —sin información, recursos o salud para decidir si quedarse, continuar o regresar— se agudiza cuando el tiempo de permanencia en Necoclí se prolonga indefinidamente. Los riesgos de protección se exacerban y es necesario que las autoridades y los actores humanitarios prevengan la violación de los derechos de esta población.