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Casi 10 años viviendo con el conflicto armado

El 2014 es un año que nunca se olvidará para dos pueblos indígenas en la Costa Pacífica de Colombia. Ese año, los grupos armados no estatales desplazaron forzadamente de su territorio a casi 500 personas.   

Cuando las comunidades Embera Dobida y Embera Katio fueron obligadas a huir de sus hogares, los dos pueblos decidieron vivir juntos para sobrevivir y organizarse para protegerse de manera pacífica.  

Lamentablemente, en el 2024 la población indígena cumplirá 10 años sin poder retornar porque el conflicto continúa en el territorio que dejaron atrás. 

Además, la violencia continúa afectando a estos pueblos indígenas en el territorio que ocupan hoy. Esta es su historia.  

Las huellas del conflicto armado 

Hoy, casi 740 personas viven en esta comunidad indígena, muchas en hacinamiento: en una sola casa habitan hasta 20 personas. El agua no es segura y los grupos armados hacen presencia ese territorio. 

Enfrentamientos, amenazas y restricciones a la libre movilidad impuestas por grupos armados limitan la recolección de frutas, cazar y pescar.  

Buscar alimento es peligroso porque nunca saben cuándo se encontrarán con hombres armados. 

Las familias están obligadas a vivir confinadas en su propia comunidad. 

“Hemos perdido nuestra cultura porque en el confinamiento en el que vivimos se interrumpe la práctica de las costumbres como la danza y el baile” explica Fernando*, docente indígena que teme que el conocimiento ancestral de los dos pueblos indígenas siga desapareciendo, al igual teme que el desplazamiento forzado haya divido a sus comunidades y que el confinamiento limita la forma que tienen para compartir. 

Soluciones para el bienestar comunitario 

La situación es compleja y varias organizaciones humanitarias se han comunicado con las comunidades para apoyar sus procesos locales y contribuir con su recuperación en medio del conflicto. 

Promover el acceso al agua de calidad y conocimientos para el adecuado para su consumo, mejorar las prácticas de higiene y generar alimentos dentro de la comunidad ha sido una de las prioridades. 

Además, también hemos brindamos ayuda legal para que la población exija al Gobierno y acceda a sus derechos como víctimas del conflicto armado. 

En busca del regreso

Foto: Alejandro Camelo/NRC.  Julio Asprilla del Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y Anna Ordoñez de Alianza por la Solidaridad APS con la comunidad en jornadas de capacitación de orientación legal, decretos étnicos y gobierno propio. 

 “Llevamos casi 10 años desplazados y aún no hemos logrado retornar” cuenta Fernando, docente y secretario de la organización indígena que ha participado en los talleres de información sobre sus derechos como víctima.  

“Somos iguales como lo dice en la constitución. Yo le diría al gobierno nacional y departamental que no nos abandonen” comenta.  

“Por medio de la ayuda legal hemos logrado gestiones para nuestra reubicación y retorno a nuestro territorio” explica Fernando que espera algún día volver. 

Hoy, la misma comunidad realiza gestiones frente a entes gubernamentales. Han identificado irregularidades en la delimitación de sus resguardos y están gestionando los cambios.   

Esto les permitirá llevar a cabo un plan de retorno o reubicación a su territorio ancestral. 

Además, la comunidad también tiene mayor conocimiento sobre las leyes étnicas, la resolución de conflictos y el fortalecimiento del liderazgo femenino. 

Sembrando un nuevo comienzo 

Foto: Alejandro Camelo / NRC. Virgilio Tequia en las nuevas terrazas productivas de la comunidad.

Lejos de su tierra, los actores humanitarios también han contribuido para que los pueblos indígenas  puedan satisfacer necesidades básicas.  

“Antes nosotros sufríamos para cultivar, queríamos hacerlo, pero necesitábamos las semillas y acá casi no hay de esos productos como verduras. Con la ayuda humanitaria hemos aprendido a producir y recolectar semillas” comenta Virgilio, habitante de la comunidad. 

Foto: Alejandro Camelo / NRC. María Queragama y Virgilio Tequia. 

La familia de Virgilio y su comunidad podrán aprovechar de la instalación de una granja dotada de insumos y herramientas para la preparación de medicamentos para sus cultivos y animales.  

“Hemos aprendido sobre el cuidado de las gallinas, sobre su cría y enfermedades. Ya sabemos cómo debemos alimentarlas” comenta entusiasmado Virgilio. 

Las mujeres primero 

Foto: Alejandro Camelo / NRC. Mujeres Embera. Ceremonia y entrega de certificaciones por participación en escuela de mujeres.  

María, una mujer indígena, madre de tres niños y representante de las mujeres de la comunidad, participó en talleres que le enseñaron sobre salud menstrual, el cuidado de su cuerpo y el diseño de toallas higiénicas ecológicas: “las toallas higiénicas nos facilitan controlar el sangrado y nos permite hacer tareas que durante el periodo no podíamos hacer”, dice María que cuenta que la calidad de vida de las mujeres dentro de la comunidad mejoró. 

Foto: Alejandro Camelo/NRC.  Mujeres Embera en muestra cultural de música y danza tradicional.  

Hoy, María logró fortalecer su capacidad de liderazgo y motiva a que su comunidad mantenga vivas sus costumbres organizando grupos de danza. También organiza equipos de fútbol femenino para promover el respeto hacia las mujeres.  

Además, María y las mujeres de la comunidad impulsan reglamentos indígenas más equitativos para mitigar la violencia contra la mujer.

Agua para la vida en comunidad 

Foto: Alejandro Camelo / NRC.  Algoberdo Sintua, gobernador de la comunidad Alto Tumandó. Antiguos tanques de agua utilizados por la comunidad, reemplazados por un sistema que filtra el agua para hacerla más limpia. 

A través de las formaciones y la capacidad organizativa de la comunidad, los habitantes desarrollaron un comité de agua al que llamaron “Bania Baido Jumaraune” que significa “agua para todos” en su lengua tradicional.  

Este liderazgo les permite administrar y cuidar el sistema de distribución de agua comunitario que fue instalado con filtros de agua y tres puntos donde las familias pueden recoger agua limpia, especialmente en época de sequía.  

“Antes no nos lavábamos las manos o los alimentos y esto nos enfermaba. Ahora nuestra salud está mejor” expresa también María. 

“Antes solo las mujeres traían agua del río, ahora tenemos más facilidad y los hombres también estamos llevando agua a nuestra casa” comenta Algoberdo, integrante del comité de agua que ha visto cómo se transforma su comunidad. 

Foto: Alejandro Camelo / NRC.  Los trabajadores humanitarios Yan Palacios y David Salas de NRC analizan la calidad de agua de la comunidad. 

Aliados para asistir 

Como estos pueblos, muchas personas siguen siendo afectadas por el conflicto armado en Colombia. Por esto, las tres organizaciones humanitarias Alianza por la Solidaridad, Acción contra el Hambre y Consejo Noruego para Refugiados nos unimos en el Consorcio MIRE+ con la financiación de la Agencia Suiza para el Desarrollo (COSUDE), la Cooperación Española (AECID) y la Unión Europea (ECHO). Juntas acompañamos a las comunidades afectadas por el conflicto armado en su camino hacia la recuperación.  

*Nombres ajustados por protección.   

 

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