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Ilustraciones: Mariel Almuina / NRC. Jenifer* se vio obligada a huir con sus tres hijos cuando hombres armados llegaron a su casa en el suroeste de Colombia y amenazaron con matarla. "No se puede jugar con estas personas", dice ella. “Tenía que sacar a mis hijos de allí”.

“Mataron a nuestro gatito como advertencia”

Publicado 30 Sep 2019

Jenifer* de 32 años llegó a Ecuador con tres hijos, dos mochilas y un puñado de pesos colombianos. “Sabía que tenía que irme de Colombia cuando cuatro hombres armados llegaron a mi casa”, recuerda Jenifer.

Jenifer y su familia habían huido de su hogar en el suroeste de Colombia después de recibir amenazas de muerte. “No se puede jugar con esas personas”, dice ella. “Tienen un dicho: ‘un pie fuera de línea, una bala en la cabeza y el juego ha terminado’. Tenía que sacar a mis hijos de allí”.

Ella nos dice que personas armadas la han seguido a Ecuador y ella sigue estando insegura.

“Deja de hacer lo que estás haciendo o estás muerta”

Jenifer era una líder comunitaria en Colombia. El acuerdo de paz entre el gobierno y la FARC no había llegado a su área y un grupo violento y armado estaba extorsionando dinero de su comunidad. Ella organizó y apoyó a sus vecinos en su decisión de resistirse a pagar el “impuesto de guerra”, ya que no creía que fuera justo que tuvieran que pagar.

Luego, en noviembre de 2018, el comandante del grupo le envió una violenta amenaza de muerte: “deja de hacer lo que estás haciendo o estás muerta”. Ella fue a las autoridades locales para denunciarlo, pero le dijeron que no podían hacer nada y que sería mejor que se fuera.

La Defensoría del Pueblo de Colombia estima que 479 líderes comunitarios han sido asesinados desde 2016 y que al menos 145,000 personas se vieron obligadas a huir de sus hogares en 2018. El número de personas desplazadas ha seguido aumentando este año.

Unas pocas horas para empacar y escapar

El día que los cuatro hombres armados llegaron a su casa, Jenifer se apresuró a meter algo de ropa en dos mochilas. Se llevó a su hijo de tres años, corrió a la escuela local para recoger a sus dos hijas, de siete y nueve años. Abordaron un autobús y viajaron tan al sur como les permitía su dinero.

Muchas horas después, llegaron a la frontera con Ecuador. “Compramos la comida más barata que pudimos encontrar en la frontera: patas de pollo. Pensé, Dios mío, ¿es esto lo que comen en Ecuador? Me sentí muy lejos de mi hogar”, recuerda.

Jenifer no sabía que era el asilo, pero una amiga en casa le había dicho que buscara la Agencia de la ONU para los refugiados. Encontró sus oficinas en una ciudad fronteriza en el norte de Ecuador y pudieron ayudarla con su solicitud de asilo. También descubrió las ONG, como el Consejo Noruego para Refugiados (NRC), que pudieron apoyarla con vivienda temporal y alimentos.

Pero Jenifer sabía que no era la única que necesitaba ayuda. Con tanta gente llegando a Ecuador, no solo colombianos sino incluso un mayor número de venezolanos, le preocupaba que ella y sus hijos no recibieran apoyo. Para muchas organizaciones humanitarias que trabajan en el área, puede ser difícil obtener fondos suficientes para satisfacer las necesidades de todas las personas que llegan a la frontera y buscan protección.

Luchando por encontrar un hogar, trabajo y escuela

A Jenifer le resulta difícil encontrar un departamento, especialmente con tres hijos. “Es muy difícil al principio, porque no sabes cuánto se supone que cuestan las cosas y todos te cobran de más por la comida y el alquiler, especialmente cuando escuchan tu acento”, ella explica.

A Jenifer también le ha resultado difícil conseguir trabajo, especialmente con un niño pequeño. Vendió fruta en las calles varias veces, pero le resultaba muy doloroso tener que llevar a su hijo con ella. “No es lugar para un niño”, dice ella.

Ella fue a la escuela local varias veces para inscribir a sus hijas, pero se le negó la entrada. El personal le dijo que no tenía los documentos correctos y que no era posible. Fue solo cuando un trabajador humanitario de NRC la acompañó a la escuela que logró inscribir a sus hijos.

“Sentí que la puerta se nos cerraba una y otra vez. Tienes que mantener la boca cerrada, porque no quieres empeorar las cosas”, dice Jenifer. “Pero estoy agradecida por la ayuda de las organizaciones humanitarias. Para mí, el trabajo que hace NRC representa la esperanza de que algo pueda cambiar”.

Un mensaje violento: “sabemos dónde vives”

Aunque la situación de Jenifer era difícil, comenzaba a estabilizarse. Pero varios informantes y redes criminales operan entre Ecuador y su tierra natal y después de unos meses viviendo en su nuevo hogar, sus perseguidores la descubrieron. Un día, cuando estaba fuera de casa con una amiga, alguien visitó su hogar.

“Cuando regresé a casa después de unas horas de distancia, vi que las paredes estaban rayadas. Pensé que era muy extraño. Eso fue hasta que me di cuenta que habían rayado mi nombre. Habían marcas rojas en todas las paredes. Habían matado al gatito que mi hija había rescatado. Fue aterrador. Mi hija no podía dejar de llorar durante días”, recuerda Jenifer, con lágrimas en los ojos.

NRC le ayudó a encontrar un lugar más seguro y su familia ahora está en la lista de espera para reasentamiento en otro país. Este proceso puede tomar hasta dos años, lo cual es mucho tiempo para mantener un perfil bajo y esperar. Jenifer dice que solo puede esperar que suceda. Ella anhela vivir en un lugar donde pueda trabajar y cuidar a su familia y mantenerlos a salvo.

“No quiero que nadie sufra lo que yo he sufrido. Tenía que encontrar fuerzas de formas que no sabía que era capaz”, nos dijo.

Colombianos huyendo de una crisis olvidada

NRC ha estado trabajando en Ecuador durante años, asegurando que los colombianos que huyen del conflicto armado puedan acceder a derechos básicos como la protección, la educación y vivienda.

En los últimos años, el número de personas que llegan a Ecuador ha aumentado, especialmente con las personas provenientes de Venezuela que ahora abandonan la crisis actual en su país. Pero los colombianos también siguen llegando y, como Jenifer, necesitan desesperadamente protección y asistencia humanitaria. Mientras el conflicto y la violencia continúan en Colombia, el gobierno de Ecuador debe garantizar que las personas que necesitan protección internacional estén protegidas y asistidas.

Durante el último año, NRC ha apoyado a 5.960 colombianos en Ecuador. Se necesita más apoyo para garantizar que los que huyen de la crisis en Colombia no sean olvidados.

*Los nombres han sido cambiados

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