Op-Ed de Perspective – El 15 de mayo, en el municipio de Tumaco, ubicado en extremo sur de la costa pacífica de Colombia, dos niños de 13 y 14 años de edad, fueron asesinados. Presuntamente, estaban participando en un ataque contra policias mientras jugaban fútbol en el pueblo de Chilvi. Las noticias cuasaron revuelo en la Colombia cansada de la guerra, donde la muerte de los niños se ha convertido en un hecho demasiado normal. Todos, incluyendo al presendiente de Colombia, expresaron preocupación y rechazo hacia las FARC, quienes fueron culpadas de utilizar niños para organizar el ataque. Mientras que los policias heridos fueron nombrados en la prensa, los niños permanecieron anónimos y denigrados. Después de algunos días, surgió más información y se comprobó que los niños no habían efectuado el ataque, sino que relamente estaban jugando fútbol con los oficiales de policia en la cancha de la escuela, ubicada junto a la estación de policia local.
El caso es un trágico recordatorio de la pérdida de vidas sin sentido y los absurdos del prolongado conflicto colombiano, donde los civiles, con frecuencia personas pobres que viven en las zonas rurales, y los niños, son los más afectados por la guerra. Durante el año pasado, hemos visto un continuado proceso en las negociaciones de paz. Tenemos la esperanza de que 2016 será el año en el que estas negociaciones llegen a su conclusión y finalicen las cinco décadas de conflicto en Colombia. Existe, sin embargo, una constante distancia entre el progreso de las discuciones de paz en la Habana y la situación en el territorio: En 2014, más de 200.000 personas se vieron obligadas a desplazarse de sus hogares como resultado del conflicto. Enormes retos permanecen en Colombia para poder alcanzar la paz. Puntos importantes aún deben ser acordados entre las partes, tales como la desmovilización y reinserción. La negociación formal de la paz no ha comenzado aún con el ELN, el segundo movimiento guerrillero en Colombia. Además, a pesar del cese al fuego unilateral declarado por las FARC, y la reciprocidad del gobierno de Colombia con la suspensión de los bombardeos aéreos, ningún alto al fuego ha sido acordado, lo que significa que la guerra todavía es un hecho trágico para muchas comunidades en Colombia.
Christian Visnes, Director del Consejo Noruego para Refugiados – NRC en Colombia
Artículo original publicado en inglés, Revista Perspective: http://www.nrc.no/arch/_img/9211788.pdf