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El poder de la constancia: Zaira y las arepas que cambiaron su destino 

Zaira enseña su cocina, que logró hacer luego de haber recibido el apoyo del pueblo estadounidense a través del consorcio ADN. En el pasado, su cocina estaba ubicada en el cuarto donde ella y su esposo viven y dormían. Entonces ella solo cocinaba para sobrevivir.
La historia de Zaira Zambrano es un testimonio de constancia y del poder transformador de la gastronomía. Desde su llegada a Colombia hace cinco años, la vida de esta mujer ha sido una mezcla de desafíos y victorias, todas cocinadas a fuego lento con el "don de la cocina" que tanto la enorgullece.
Publicado 22. Nov 2025

Colombia


Zaira, no llegó con equipaje, ni siquiera con ropa, pero traía consigo una certeza inquebrantable: “Si hoy me preguntan, mi empresa debe crecer conmigo en Colombia.” 

Como Zaira, cientos de personas refugiadas y migrantes han decidido permanecer en el país luego de haber recibido el apoyo del pueblo estadounidense; sin ese apoyo, su ciclo de desplazamiento en la región hubiera continuado.  

Para emprendimientos como el de Zaira, la ayuda externa fue la semilla que permitió a un negocio artesanal florecer y escalar su calidad, pasando de la supervivencia a la prosperidad. 

De una muestra gratuita al éxito

Al asentarse en Colombia, el camino al emprendimiento comenzó con humildad y estrategia. Inicialmente, Zaira preparaba sus arepas de harina de trigo y las repartía de forma gratuita, como una “muestra” de su sabor. La calidad de su producto habló por sí misma: rápidamente pasó a vender 10, luego 15 y hasta 30 arepas diarias. 

El siguiente paso fue la especialización, dejando atrás los sabores convencionales: 

Arepas rellenas: Hoy, su menú incluye variedades como la arepa con chorizo, una innovación que siempre busca mantener fresco su negocio. 

Zaira muestra una de las hallacas que vende, mientras dice “huela el éxito” con una sonrisa.

Hallacas: Zaira se enfocó en las hallacas andinas, también llamadas gochas, diferenciándose de las preparaciones estándar (con papa y zanahoria). Sus hallacas son un festín de sabor: carne de res, pollo, garbanzo y el aliño gocho. Su excelencia es tal, que ella dice que un domingo le pidieron 100 hallacas, un claro indicio de la demanda. 

Pastelitos de todos los sabores: Lo que empezó siendo una venta a un solo proveedor, hoy es una línea de producción que distribuye pastelitos deliciosos a 36 clientes fijos en poco tiempo. 

La calidad no es negociable para Zaira. “Si usted hace algo bueno, tiene éxito”, afirma. Un ejemplo es su elección de proveedor de carne, pues ha preferido pagar más a un señor honrado que no manipula su pesa, asegurando el mejor insumo para los 30 kilos de carne que prepara cuando hay pedidos grandes. 

Zaira nos muestra una foto de un proveedor que antes solo vendía 10 pasteles diarios; ahora, gracias la diversidad y sabor de los pasteles de Zadia vende hasta 30 pasteles diarios.

El impacto de consorcio de ADN: Un empujón vital

Hace un tiempo, Zaira se enteró de la iniciativa de apoyo de consorcio ADN, liderado por la organización humanitaria internacional Acción contra el Hambre, en asociación con el Consejo Danés para Refugiados y el Consejo Noruego para Refugiados, gracias a un estado de WhatsApp de una profesora. Después de inscribirse, recibió un llamado para conocer su situación. Luego de un proceso de evaluación de su caso, ella recibió varias ayudas que le cambiaron la vida: 

Dotación de equipos: Recibió una máquina para estirar harina, una mesa, batidora, licuadora, olla a presión y dos cavas. Estos equipos duplicaron su capacidad de producción. Antes hacía 20 o 40 productos; con la ayuda brindada, ella produce el doble. 

Salvavidas personal: Cuando se enfermó y necesitaba medicamentos que estaba agotado en su prestadora de servicio de salud (es diabética y los necesitaba con urgencia), los ingresos extra le permitieron comprarlos en una farmacia privada, un momento en el que el apoyo a su emprendimiento no solo mejoró su negocio, sino que le salvó la vida. 

Zaira sostiene en sus manos una de las medicinas que logró comprar gracias a su emprendimiento. Ella dice que el apoyo brindado le permitió comprarla y le salvó la vida.

Zaira se siente orgullosa de este proceso, que no solo la ayudó económicamente, sino que le enseñó a “valorar lo que tengo, porque hay otros que tienen mucho menos y deciden migrar hacia otros países nuevamente. 

La cocina como motor familiar

El éxito de Zaira ha sido el motor de la reunificación y el progreso familiar. 

Una hija con carrera técnica:

Gracias a sus arepas, Zaira pudo conseguirle el cupo de ingreso a su hija en el colegio. “Conseguí el cupo de mi hija gracias a las arepas”, recuerda. Unas arepas ofrecidas a un profesor abrieron la puerta para que su hija, que hoy tiene 20 años, trabaje en un laboratorio y haya cursado un técnico en administración en salud. Dice que la arepa estaba tan rica que el profesor le orientó en todo el proceso para que su hija lograra inscribirse y matricularse en el colegio. Hoy su hija, quien se graduó del colegio, está realizando un curso técnico.  

Reencuentro y esperanza: Después de cinco años en Colombia, pudo ahorrar y viajar a Ecuador a ver a sus otras dos hijas, una de las cuales es madre de su nieta. “Mi nieta me decía, ‘yo no te conocía abuela'”, cuenta emocionada. Ese reencuentro de 11 días fue la recompensa de años de esfuerzo. 

Apoyo a sus familiares: Con sus ganancias, no solo cubre los gastos del hogar, sino que ayuda a su hermana que viven en su país de origen. 

Zaira mira hacia el futuro y agradece el apoyo brindado. Afirma que ella hace parte de la fuerza trabajadora de quienes dejaron su país para buscar oportunidades lejos de su hogar.

La constancia es la receta maestra

El ritmo de trabajo de Zaira es intenso, pero organizado. Ahora se levanta a las 4 a.m. (y a las 3 a.m. cuando hay producción de hallacas) porque deja todo listo el día anterior. 

Ella tiene clara su fórmula para emprender: Constancia, ganas y capital para empezar, pero, sobre todo: “Crecer en la medida en la que el negocio crece”. 

Zaira dice que con una olla más grande podría hacer 250 hallacas en 5 horas (actualmente hace 120 en el mismo tiempo). Es una meta que le permitirá aprovechar la temporada de fin de año, donde espera producir más de 1,000 hallacas entre noviembre y diciembre. Su esposo, quien trabaja en latonería, ahora la apoya en las entregas en una moto, un esfuerzo conjunto que ha cimentado la creencia de Zaira en su futuro: “Nosotros no trajimos ni ropa ni nada… [pero] siempre dijimos, ‘tengamos fe en la generosidad y solidaridad de quienes nos rodean’”.