





Zaira, no llegó con equipaje, ni siquiera con ropa, pero traía consigo una certeza inquebrantable: “Si hoy me preguntan, mi empresa debe crecer conmigo en Colombia.”
Como Zaira, cientos de personas refugiadas y migrantes han decidido permanecer en el país luego de haber recibido el apoyo del pueblo estadounidense; sin ese apoyo, su ciclo de desplazamiento en la región hubiera continuado.
Para emprendimientos como el de Zaira, la ayuda externa fue la semilla que permitió a un negocio artesanal florecer y escalar su calidad, pasando de la supervivencia a la prosperidad.
Al asentarse en Colombia, el camino al emprendimiento comenzó con humildad y estrategia. Inicialmente, Zaira preparaba sus arepas de harina de trigo y las repartía de forma gratuita, como una “muestra” de su sabor. La calidad de su producto habló por sí misma: rápidamente pasó a vender 10, luego 15 y hasta 30 arepas diarias.
El siguiente paso fue la especialización, dejando atrás los sabores convencionales:
Arepas rellenas: Hoy, su menú incluye variedades como la arepa con chorizo, una innovación que siempre busca mantener fresco su negocio.

Hallacas: Zaira se enfocó en las hallacas andinas, también llamadas gochas, diferenciándose de las preparaciones estándar (con papa y zanahoria). Sus hallacas son un festín de sabor: carne de res, pollo, garbanzo y el aliño gocho. Su excelencia es tal, que ella dice que un domingo le pidieron 100 hallacas, un claro indicio de la demanda.
Pastelitos de todos los sabores: Lo que empezó siendo una venta a un solo proveedor, hoy es una línea de producción que distribuye pastelitos deliciosos a 36 clientes fijos en poco tiempo.
La calidad no es negociable para Zaira. “Si usted hace algo bueno, tiene éxito”, afirma. Un ejemplo es su elección de proveedor de carne, pues ha preferido pagar más a un señor honrado que no manipula su pesa, asegurando el mejor insumo para los 30 kilos de carne que prepara cuando hay pedidos grandes.

Hace un tiempo, Zaira se enteró de la iniciativa de apoyo de consorcio ADN, liderado por la organización humanitaria internacional Acción contra el Hambre, en asociación con el Consejo Danés para Refugiados y el Consejo Noruego para Refugiados, gracias a un estado de WhatsApp de una profesora. Después de inscribirse, recibió un llamado para conocer su situación. Luego de un proceso de evaluación de su caso, ella recibió varias ayudas que le cambiaron la vida:
Dotación de equipos: Recibió una máquina para estirar harina, una mesa, batidora, licuadora, olla a presión y dos cavas. Estos equipos duplicaron su capacidad de producción. Antes hacía 20 o 40 productos; con la ayuda brindada, ella produce el doble.
Salvavidas personal: Cuando se enfermó y necesitaba medicamentos que estaba agotado en su prestadora de servicio de salud (es diabética y los necesitaba con urgencia), los ingresos extra le permitieron comprarlos en una farmacia privada, un momento en el que el apoyo a su emprendimiento no solo mejoró su negocio, sino que le salvó la vida.

Zaira se siente orgullosa de este proceso, que no solo la ayudó económicamente, sino que le enseñó a “valorar lo que tengo, porque hay otros que tienen mucho menos y deciden migrar hacia otros países nuevamente.“
El éxito de Zaira ha sido el motor de la reunificación y el progreso familiar.
Gracias a sus arepas, Zaira pudo conseguirle el cupo de ingreso a su hija en el colegio. “Conseguí el cupo de mi hija gracias a las arepas”, recuerda. Unas arepas ofrecidas a un profesor abrieron la puerta para que su hija, que hoy tiene 20 años, trabaje en un laboratorio y haya cursado un técnico en administración en salud. Dice que la arepa estaba tan rica que el profesor le orientó en todo el proceso para que su hija lograra inscribirse y matricularse en el colegio. Hoy su hija, quien se graduó del colegio, está realizando un curso técnico.
Reencuentro y esperanza: Después de cinco años en Colombia, pudo ahorrar y viajar a Ecuador a ver a sus otras dos hijas, una de las cuales es madre de su nieta. “Mi nieta me decía, ‘yo no te conocía abuela'”, cuenta emocionada. Ese reencuentro de 11 días fue la recompensa de años de esfuerzo.
Apoyo a sus familiares: Con sus ganancias, no solo cubre los gastos del hogar, sino que ayuda a su hermana que viven en su país de origen.

El ritmo de trabajo de Zaira es intenso, pero organizado. Ahora se levanta a las 4 a.m. (y a las 3 a.m. cuando hay producción de hallacas) porque deja todo listo el día anterior.
Ella tiene clara su fórmula para emprender: Constancia, ganas y capital para empezar, pero, sobre todo: “Crecer en la medida en la que el negocio crece”.
Zaira dice que con una olla más grande podría hacer 250 hallacas en 5 horas (actualmente hace 120 en el mismo tiempo). Es una meta que le permitirá aprovechar la temporada de fin de año, donde espera producir más de 1,000 hallacas entre noviembre y diciembre. Su esposo, quien trabaja en latonería, ahora la apoya en las entregas en una moto, un esfuerzo conjunto que ha cimentado la creencia de Zaira en su futuro: “Nosotros no trajimos ni ropa ni nada… [pero] siempre dijimos, ‘tengamos fe en la generosidad y solidaridad de quienes nos rodean’”.
Todos nuestros servicios son gratuitos y se implementan sin intermediarios. Bajo ninguna circunstancia el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) solicita recursos económicos o favores a cambio de la prestación de sus servicios.
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