La vida de Michell es un crudo reflejo de la crisis que enfrentan miles de refugiados y migrantes en toda la región, quienes se ven obligados a abandonar sus hogares debido a la violencia, la violación de derechos, la pobreza o una desesperada falta de oportunidades.
“A veces me siento abrumado por la desesperación. Es como si tuviera que contener todos mis sentimientos, y me quedo con este constante zumbido en mi cabeza”, explica Michell.
Mientras que a principios de 2025 el número de refugiados y migrantes que cruzan el peligroso Tapón del Darién, que conecta a Sudamérica con Centroamérica ha disminuido significativamente, la historia de Michell es un recordatorio urgente para las autoridades en Panamá y Colombia, pero también para toda la región, sobre la necesidad de garantizar una asistencia humanitaria y protección efectiva para salvar la vida de miles de personas en la región.
Descubra el viaje de Michell.
La infancia de Michell fue interrumpida abruptamente en su país de nacimiento. A los 12 años, dejó la escuela para trabajar, impulsado por el diagnóstico de cáncer de su madre y la constante lucha por la comida. “Eso es lo que me obligó a migrar”, explica.
Con solo 15 años, Michell se mudó a Colombia debido a la grave situación de su familia. Allí esperaba encontrar trabajo para ayudar a sus hermanos y comprar medicinas esenciales para su madre.
Su viaje desde entonces ha sido una búsqueda continua de seguridad y mejores oportunidades a través de diferentes países en Suramérica.
Michell ha desarrollado una notable variedad de habilidades, desde cantar y cocinar hasta cultivar y ser barbero, todo para ganar dinero para mantener a su familia.
A lo largo de su viaje por varios países sudamericanos, estas habilidades han sido esenciales para su supervivencia.
Años de viaje a pie, pidiendo aventones y soportando la pobreza marcaron su viaje a través de diferentes países. Michell buscaba un lugar para establecerse, estudiar y forjar un futuro mejor, pero como él dice, “todavía no lo he encontrado”.
En Colombia, en su primer país de tránsito, Michell conoció a Stefanny. Se enamoraron y decidieron continuar su viaje hacia el sur juntos.
Mientras intentaban cruzar desde Colombia hacia Ecuador durante la pandemia de Covid-19, el cierre de la frontera los tomó por sorpresa. Cruzando por una ruta informal, les robaron sus pocas pertenencias y Stefanny, embarazada, resultó herida durante su desesperada huida. Pero estaban decididos a continuar su tránsito hacia el sur del continente en busca de seguridad y oportunidades económicas.
Michell y Stefanny encontraron trabajo y un hogar temporal en Perú, pero sus perspectivas de futuro seguían siendo inciertas. Entonces, Michell se enteró del deterioro de la salud de su madre. Así que emprendieron el arduo viaje de regreso a su país.
Mi sueño es ahorrar dinero y comprar una casa
Michell
Cruzaron de Perú a Ecuador y luego a Colombia. Durante la travesía, nació su hija. Lamentablemente, la madre de Michell falleció poco después, dejándolo sin la oportunidad de despedirse.
A pesar de las tristes noticias, Michell encontró paz al saber que había apoyado la medicación de su madre hasta su último día.
“Ese día, todo cambió”, recuerda Michell.
Sabía que no tenía más remedio que asumir el papel de padre de sus dos hermanos, ambos menores de diez años y anteriormente bajo el cuidado exclusivo de su madre. A partir de ese momento, el único objetivo de Michell fue encontrar un lugar donde él y su familia pudieran establecerse y forjar un futuro mejor.
Y así, la familia, ahora de cinco miembros reanudó su viaje una vez más, un viaje que estuvo repleto de dificultades.
“Al principio decidimos volver a Perú con mis hermanos. Ecuador era demasiado peligroso por la violencia y en Colombia nos robaron. En Perú sufrí discriminación por mi nacionalidad, pero encontramos trabajo,” dice Michell.
“Mi sueño es ahorrar dinero y comprarme una casa, pero en Latinoamérica no puedes hacerlo porque sólo puedes permitirte sobrevivir.”
A pesar de los intentos por integrarse en varios países sudamericanos, Michell sintió el peso creciente de la responsabilidad familiar, lo que lo forzó mentalmente a buscar una solución diferente.
Fue entonces cuando Michell decidió viajar hacia el norte, a Panamá y Centroamérica.
“Vi un documental sobre cruzar la selva del Darién, y sabía que era increíblemente peligroso. Pero en ese momento, con más bocas para alimentar y sin poder costear las comidas diarias, sentí que no tenía otra opción”, explica.
A pesar de enfrentarse a la sed, el hambre y la pobreza, dos adultos jóvenes, dos niños y un bebé comenzaron su largo viaje desde Perú en enero de 2024, pidiendo aventones, tomando autobuses y avanzando a fuerza de pura determinación.
Su viaje fue difícil, tuvo que trabajar en el camino e incluso mendigar en las calles para asegurar la comida, el refugio y los medios para que su familia se transportara. Después de salir de Perú y pasar por Ecuador, finalmente llegaron a Colombia en el último trimestre de 2024.
“Nuestro viaje por Colombia estuvo marcado por un violento robo en nuestro autobús,” dice Michell. “Perdimos nuestros teléfonos, maletas y lo poco que teníamos. ¡También me golpearon en la cabeza, fuerte!”.
Entonces, Michell y su familia afrontaron un cambio de fortuna. En una carretera de Colombia, se encontraron con personal del Consejo Noruego para Refugiados (NRC), quienes les proporcionaron artículos de higiene esenciales para el bebé y los otros miembros de la familia.
También recibieron información completa sobre los riesgos y peligros en la ruta. Se familiarizaron con la desinformación de las redes sociales, y documentos legales que necesitarían para cruzar formalmente fronteras. Así mismo recibieron información sobre la importancia de la educación y orientación adicional sobre sus responsabilidades y derechos de los menores de edad.
Mientras tanto, los tres niños participaron en actividades divertidas que les enseñaron habilidades prácticas para enfrentar los riesgos que encontrarían. Aprendieron a evitar el agua contaminada, a permanecer cerca de la familia y a no interactuar con extraños.
A pesar de la información brindada Michell decidió continuar con su viaje.
Junto con miles de personas que buscan cruzar la frontera entre Colombia y Panamá, Michell y su familia llegaron a la ciudad de Necoclí, la puerta de entrada a la selva del Tapón del Darién.
Aquí es casi imposible para los refugiados y migrantes encontrar refugio. Miles de familias llegan agotadas a Necoclí y están en riesgo de infecciones como consecuencia de la poca o nula disponibilidad de agua segura y alimentos en este punto de la ruta. Muchos sufren de enfermedades gastrointestinales.
“Dormimos en el parque. Estaba completamente agotados y todos estábamos enfermos. Cuando vi el chaleco de la organización que nos había ayudado antes, sentí un gran alivio,” comenta Michell.
Michell recuerda la asistencia humanitaria proporcionada por NRC. Él y su familia recibieron en Necoclí alojamiento temporal donde pudieron recuperarse, referencias médicas para los niños, alimentos y apoyo psicológico, todo ello posible gracias a la financiación de la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo (Norad).
Michell reflexiona, “la migración te transforma. Tus recuerdos se expanden y tu cuerpo se adapta a caminar miles de kilómetros, conoces a innumerables personas y vives multitud de experiencias.”
Una vez recuperados y comprendidos plenamente los enormes riesgos que suponía la travesía por la selva, la familia optó por quedarse en Colombia.
“Me aterró cruzar el Darién. Temo por toda mi familia, que algo suceda y nuestra situación empeore. La selva es un lugar peligroso, y nuestra prioridad es sobrevivir,” explica Michell.
En lugar de arriesgar su vida, él continuará su búsqueda de un lugar donde pueda ganarse la vida, garantizar la seguridad de su familia y establecer un hogar permanente para ellos.
“Por ahora seguiré pensando en lograr mi sueño y cubrir nuestras necesidades, porque amo a la gente que está conmigo,” afirma.
A principios de 2025, el número de refugiados y migrantes que cruzaban el peligroso Tapón del Darién, que conecta Sudamérica con Centroamérica, disminuyó significativamente. Sin embargo, la historia de Michelle es un recordatorio urgente para las autoridades de Panamá, Colombia y toda la región de la importancia de brindar asistencia humanitaria y protección. Solo así se salvarán vidas.
Por esta razón, se requiere una acción urgente y colaborativa de los gobiernos de América Latina y de los donantes. Es urgente seguir priorizando la protección de las personas refugiadas y migrantes, respetar sus derechos y aliviar sus necesidades humanitarias.
Todos nuestros servicios son gratuitos y se implementan sin intermediarios. Bajo ninguna circunstancia el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) solicita recursos económicos o favores a cambio de la prestación de sus servicios.
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