"Padre de mis hermanos"

Michell tiene 22 años y ha vivido en cuatro países diferentes intentando lograr una vida con más dignidad para él y su familia.

Siendo un menor de edad, Michell se desplazó del país en el que nació y ha intentado rehacer su vida en cuatro países diferentes.

Hoy la responsabilidad de Michelle es enorme; él decidió desplazarse con sus dos hermanos, su hija y su esposa y sin los medios económicos para alimentarse todos los días. Esta situación ha tenido consecuencias para él y su familia.

“A veces me invade la desolación. Es como si tuviera que comprimir mis sentimientos y me quedara con un sonido resonando todo el tiempo en la cabeza”.
explica Michell.

Conoce más sobre su historia.

Una decisión difícil

En Venezuela y a sus 12 años, Michell tuvo que dejar la escuela para empezar a trabajar. Su madre fue diagnosticada con cáncer y además era difícil conseguir alimentos: “eso hizo que tomara la decisión de migrar”, cuenta Michell.

Al ver la situación de su familia, con solo quince años, Michell tomó su mochila y se desplazó a Colombia con la esperanza de buscar una oportunidad de trabajo, ayudar a sus hermanos y comprar los medicamentos para su madre.

Desde entonces no ha parado de buscar mejores oportunidades en países de América Latina.

La lucha por la supervivencia

La familia en el espacio de atención del Consejo Noruego para Refugiados en Necoclí, al norte de Colombia. Foto: Karen Cubillos / NRC

La familia en el espacio de atención del Consejo Noruego para Refugiados en Necoclí, al norte de Colombia. Foto: Karen Cubillos / NRC

Michell ha desarrollado varias habilidades como cantar, cocinar, trabajar en el campo y también aprendió barbería para generar ingresos económicos.

Todas estas habilidades le han servido para sobrevivir en países como Colombia, Chile, Ecuador y Perú.

Todos estos países los recorrió a pie durante varios años, pidiendo aventón en la carretera y muchas veces sin dinero en sus bolsillos. Su intención era buscar un lugar que le diera la oportunidad de integrarse para estudiar y salir adelante económicamente, pero dice que sigue sin conseguirlo.

Luego de su paso por Chile, Ecuador y Perú, Michell regresó a Colombia, donde conoció a su esposa Stefanny de la que se enamoró y con quién decidieron desplazarse nuevamente hacia el sur.

La pandemia sorprendió a la nueva pareja cuando buscaban pasar de Colombia hacia Ecuador, sin embargo, ellos no sabían que la frontera estaba cerrada. Cruzando por un paso informal, les robaron lo poco que tenían y Stefanny —que estaba embarazada— salió lastimada al intentar huir.

A pesar de las dificultades, lograron continuar su camino hacia el sur.

La vida y la muerte

Una vez en Perú, Michell se enteró que la salud de su madre estaba empeorando y decidió iniciar el recorrido para retornar a su país con su esposa embarazada. Transitando por Colombia, nació su hija, pero lamentablemente días después murió su madre, de quien no alcanzó a despedirse.

“Ese día todo cambió”
recuerda Michell.

Su mamá era madre soltera y él sabía que no tenía otra opción: debía convertirse en el padre de sus dos hermanos que aún no cumplían los 10 años y que habían estado al cuidado de su madre.

A partir de ese momento, Michell solamente pensaba en encontrar un lugar donde él y su familia pudiera establecerse y salir adelante.

El peligro acecha en el camino

Población que se desplaza por las carreteras de Colombia. Foto: Milena Ayala / NRC

Población que se desplaza por las carreteras de Colombia. Foto: Milena Ayala / NRC

El camino de esta familia, ahora de cinco, no ha sido fácil.

“Primero me fui con mis hermanos hasta Perú. Ecuador no eran una opción para quedarse por la situación de violencia y en Colombia nos robaron. En Perú sentía discriminación por mi nacionalidad”, afirmó Michell.

“Mi sueño es ahorrar y comprar una casa, pero en Latinoamérica eso no se puede porque solo alcanza para sobrevivir”.

Michell intentó integrarse en varios países de Suramérica, pero sintió que la responsabilidad del cuidado de su familia era cada vez más grande y que debía encontrar otra solución.

Entonces fue cuando él decidió irse hacia el norte del continente con toda su nueva familia. “Yo había visto un documental sobre el cruce por la selva del Darién y pensé que era muy peligroso. Pero ya somos más y no me alcanza ni para comer a diario”, dijo Michell quien aparentemente conocía que estaba arriesgando la vida de toda su familia buscando desesperadamente una solución.

Una oportunidad en medio de las dificultades

Michell junto a su esposa Stefany y su hija Anaiht. Foto: Karen Cubillos / NRC

Michell junto a su esposa Stefany y su hija Anaiht. Foto: Karen Cubillos / NRC

En enero de 2024 una bebé, dos niños y dos jóvenes iniciaron un largo camino pidiendo aventón en la carretera, tomado buses y caminando con sed, poca comida y casi sin ningún dinero.

Los cinco tuvieron que dormir en la calle y se enfermaron en la ruta.

“De camino por Colombia, se subieron unas personas al bus en el que íbamos y nos robaron los celulares, las maletas y lo poco que teníamos. También me golpearon fuerte en la cabeza”, cuenta Michell cuya angustia por el cuidado de su familia aumentaba.

Mientras caminaban por una de las carreteras en Colombia, conocieron a personal del Consejo Noruego para Refugiados (NRC) que les le brindó elementos de higiene para la bebé y la familia. Además, obtuvieron información sobre los riesgos y peligros en la ruta durante el tránsito, les previnieron sobre información falsa que se comparte a través de redes sociales, advirtieron sobre las dificultades en todos los países de la región para encontrar soluciones fáciles y alertaron de su responsabilidad con los menores de edad, sus deberes y sus derechos.

Los tres niños participaron en las actividades lúdicas con las que aprendieron a mitigar riesgos en el camino como evitar tomar agua contaminada, adoptar comportamientos para estar en todo momento cerca de sus familias o evitar el diálogo con personas extrañas.

A puertas del Darién

Como miles de personas que buscan cruzar la frontera entre Colombia y Panamá, Michell y su familia llegaron a Necoclí, a las puertas de la selva del Darién.

Para personas que, como Michell y su familia permanecen a la intemperie, las lluvias generan infecciones de piel y el poco acceso a agua potable y comida genera enfermedades gastrointestinales.

Personas refugiadas y migrantes duermen en la playa en Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

"Dormimos en el parque. Yo estaba decepcionado, estaba cansado. Estábamos enfermos. Cuando vi la camiseta de la organización que nos atendió antes en la vía, sentí algo de confianza"

Personas refugiadas y migrantes lavan y secan su ropa en las playas de Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

Michell recuerda que con la asistencia humanitaria adicional de NRC, su familia pudo acceder a un alojamiento temporal para recuperarse, los menores fueron remitidos a asistencia en salud, accedieron a medicamentos y la familia recibió apoyo psicológico con la financiación del Ministerio de Asuntos Externos de Noruega (NMFA).

Personas refugiadas y migrantes duermen en la playa en Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

Personas refugiadas y migrantes duermen en la playa en Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

Personas refugiadas y migrantes lavan y secan su ropa en las playas de Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

Personas refugiadas y migrantes lavan y secan su ropa en las playas de Necoclí. Foto: Milena Ayala / NRC

El destino puede cambiar

“Cuando se migra todos los recuerdos se vuelven extensos, tu cuerpo se adapta a caminar miles de kilómetros, conocer miles de personas y a pasar muchas experiencias”, dice Michell.

Luego de recuperarse y recibir nuevamente información sobre los enormes riesgos que enfrentarían en la selva, la familia decidió retornar y quedarse en Colombia.

“Siento miedo de cruzar el Darién, me da miedo por mis hermanos, me da miedo que les suceda algo y se complique más nuestra situación. La selva es peligrosa y nosotros queremos sobrevivir” narra Michell quien decidió evitar los peligros de la selva con su familia.

“Por ahora seguiré pensando en alcanzar mi sueño y resolver nuestras necesidades, porque amo a quienes están conmigo”,
dijo Michel.

Él continuará buscando un lugar donde integrarse económicamente, sentirse seguro y formar un hogar para su familia y sus hermanos.

A pesar de los esfuerzos humanitarios, la situación de las personas en tránsito prolongado —sin información o dinero para tomar la decisión de quedarse, continuar o regresar de manera voluntaria e informada al lugar donde se encontraban— se agudiza cuando el tiempo de permanencia a las puertas de la Selva del Darién se prolonga. Según el monitoreo de protección transfronterizo de NRC “La población en tránsito que permanece de manera prolongada en playa o calle tiene mayores riesgos asociados con la violencia basada en género y maltrato a niños, niñas y adolescentes”. La falta de acceso al agua potable, albergues e información incrementan sus necesidades humanitarias.

Los riesgos de protección se exacerban y es necesario que las autoridades de Colombia y Panamá y los actores humanitarios con la financiación y apoyo de los donantes continúen haciendo todos los esfuerzos posibles para prevenir la violación de los derechos de esta población, combatir la desinformación brindando información veraz y aliviar las necesidades humanitarias de la población.