Los niveles extremos de violencia en Honduras, Guatemala y El Salvador están destrozando vidas y agravando las necesidades humanitarias. Casi una de cada tres personas del Norte de Centroamérica necesita ayuda urgente. La comunidad internacional sigue pasando por alto esta crisis y no proporciona la financiación adecuada. Se está convirtiendo en otra gran catástrofe humanitaria prolongada y desatendida, advierte el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).  

“El tipo de historias que la gente me ha estado contando aquí en Honduras son similares a las de la gente en zonas de guerra como Siria, Yemen o Ucrania”, dijo Jan Egeland, Secretario General del NRC, mientras visitaba el país la semana pasada. “La violencia impregna el tejido mismo de la vida y obliga a decenas de miles de personas a huir de sus hogares. La gente necesita apoyo y protección para poder acceder a sus derechos y vivir con seguridad y dignidad”. Hace cinco años, una escuela de La Lima, que ahora cuenta con el apoyo del NRC, tenía 5.000 estudiantes. Ahora quedan 1.200, ya que miles han abandonado los estudios o han huido a Estados Unidos debido a la violencia, la devastación de los huracanes y la pobreza”. 

En todo el Norte de Centroamérica, bandas fuertemente armadas, narcotraficantes y organizaciones delictivas transnacionales alimentan la corrupción generalizada en la sociedad y la violencia de género. Migrantes desesperados de la región -y de lugares tan lejanos como África y Asia- también recorren estos peligrosos terrenos en busca de protección y oportunidades en Norteamérica. Mil migrantes de decenas de países cruzan cada día Honduras en busca de protección y una vida mejor en Norteamérica.

Además, la región se ve cada vez más afectada por las consecuencias del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos, que desestabilizan los medios de subsistencia y reducen el acceso a los recursos. Sólo en Honduras, 3,2 millones de personas necesitan ayuda, muchas de las cuales requieren tanto protección como asistencia alimentaria.  
El Norte de Centroamérica tiene una de las tasas de homicidio más altas del mundo. La crisis se manifiesta en el desplazamiento forzoso de comunidades enteras, el reclutamiento de niños, niñas y jóvenes por las bandas, la falta de acceso a la atención médica y el gran número de niños y niñas que abandonan la escuela. Los índices de violencia sexual y feminicidio superan con creces los índices mundiales.  

A pesar de las agudas y crecientes necesidades humanitarias, el año pasado se registraron niveles de financiación de la respuesta muy insuficientes y de los más bajos a nivel mundial: El Salvador, Guatemala y Honduras recibieron entre una cuarta parte y la mitad de las cantidades necesarias. El 70% de todos los fondos destinados a la región en 2022 procedían de Estados Unidos, lo que pone de manifiesto el fracaso de otros países donantes de Europa, el Golfo y las grandes economías asiáticas a la hora de desempeñar su papel. Esta tendencia parece que continuará en 2023. 

“Las familias a las que NRC está ayudando con reubicación, apoyo y protección en Honduras me contaron cómo las bandas armadas utilizaron la violencia para apoderarse de sus tierras y propiedades, y amenazaron con reclutar a sus hijos. Esto les obligó a huir de sus hogares y acabó con sus medios de vida y la educación de sus hijos”, dijo Egeland. “Las mujeres habían sobrevivido a horribles actos de violencia en sus hogares, incluidas violaciones y otros tipos de violencia sexual. Una mujer fue asesinada cada 28 horas el año pasado en Honduras. Sin una mayor atención y apoyo a esta crisis, nada cambiará”. 

Organizaciones como NRC, y las autoridades locales y nacionales, han logrado algunos avances para apoyar a las familias obligadas a huir de sus hogares. En marzo de este año, Honduras introdujo una ley para apoyar a los desplazados internos y prevenir la violencia y el reclutamiento forzoso llevado a cabo por organizaciones criminales. Esta legislación debe aplicarse de forma efectiva y obtener apoyo financiero y diplomático del mundo exterior.

“Es necesario que haya un reconocimiento mucho mayor de la crisis climática, de la situación a la que se enfrentan los jóvenes y de los niveles de violencia que soportan las personas en Honduras y Centroamérica. Hasta ahora, el mundo exterior no ha reaccionado ante esta crisis de una forma que esté a la altura de su coste humano. Sólo con un esfuerzo concertado, de muchos más donantes, se lograrán los avances que tan claramente se necesitan”, añadió Egeland.  

Hechos y cifras: 


Notas para los editores: 

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