Por segundo año consecutivo, Burkina Faso es la crisis de desplazamiento más desatendida del mundo, según un nuevo informe del Consejo Noruego para Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés). La normalización del olvido está agravando las necesidades y profundizando la desesperación.
La lista anual de las crisis de desplazamiento más desatendidas se basa en tres criterios: falta de financiación humanitaria, falta de atención mediática y falta de iniciativas políticas y diplomáticas internacionales en comparación con el número de personas en necesidad. La crisis de Camerún aparece en segundo lugar, manteniéndose en la lista desde 2018. La República Democrática del Congo, Malí y Níger le siguen en esta clasificación, lo que significa que, por primera vez, los tres países del Sahel central se encuentran entre las cinco crisis más desatendidas.
“El total abandono hacia las personas desplazadas se ha convertido en la nueva normalidad”, declaró Jan Egeland, Secretario General de NRC. “Las élites políticas y militares locales hacen caso omiso al sufrimiento que causan, y el mundo no se escandaliza ni siente la obligación de actuar ante las historias de desesperación y las estadísticas que baten récords. Necesitamos un reinicio global de la solidaridad y volver a centrarnos donde las necesidades son mayores”.
La lista de este año representa una carrera peligrosa. Las puntuaciones que el año pasado situaron a un país en el tercer puesto de la lista, ahora lo dejan fuera de los diez primeros lugares. En los tres criterios hemos visto una desatención cada vez mayor, sobre todo en lo que respecta a la continua reducción de la financiación humanitaria. La falta de apoyo y atención internacionales se ve agravada por la libertad limitada de los medios de comunicación en muchos países incluidos en esta lista.
En 2023, la brecha entre los fondos humanitarios requeridos y el dinero realmente recibido ascendió a 32.000 millones de dólares, 10.000 millones más que en 2022. Este enorme déficit significa que el 57% de las necesidades siguen sin cubrirse. Aunque la brecha de financiación sea grande, no debería ser imposible de cerrar. Si cada una de las cinco empresas más rentables del mundo aportara tan solo el 5% de sus ganancias de 2023, el déficit de financiación podría desaparecer en un segundo.
“Necesitamos urgentemente invertir en las crisis más desatendidas del mundo. Estas inversiones deben realizarse tanto en forma de iniciativas diplomáticas, para lograr que las partes en conflicto se sienten a negociar, como de financiación por parte de los donantes, para que esta se adecue a las necesidades”, afirmó Egeland.
“Esencialmente, necesitamos que las economías que no contribuyen en su justa medida a la solidaridad mundial den un paso al frente”.
Lejos del foco mediático, la crisis en Burkina Faso empeoró aún más desde que encabezó la lista el año pasado. La violencia mató a más personas y obligó a los civiles a huir más veces en 2023 que en cualquier otro año desde que comenzó el conflicto en el país en 2019. Hasta dos millones de personas están atrapadas en 39 ciudades bloqueadas en todo el país, dejando a cientos de miles sin asistencia.
“Hace mucho, mucho tiempo que no recibimos ninguna ayuda. En periodos como éste, cuando no tenemos nada más que cocinar, voy a recoger hojas y las hiervo en agua. Esta olla dará de comer a más de 10 personas de mi familia. Esta semana sólo hemos comido hojas casi todos los días”, cuenta Asseta, una madre desplazada que ahora vive en Kongoussi, al norte de Burkina Faso.
“Cada vez es más difícil llegar a la gente que tiene necesidades urgentes en Burkina Faso. Las carreteras son demasiado peligrosas por los frecuentes ataques. El mínimo servicio aéreo que existe apenas cubre una pequeña parte en relación con la magnitud de las necesidades, y además es prohibitivamente caro. Es fundamental que los donantes y las organizaciones humanitarias sigan dando prioridad a las zonas que están fuera del alcance de la vista y se aseguren de que no pasen a estar fuera del alcance de la mente”, afirmó Egeland.
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