Dominika Arseniuk, directora del Consejo Noruego para Refugiados (NRC) en Colombia
Los centros educativos son el escenario de desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes y los salones de clase, los lugares donde pasan gran parte de su tiempo. Además, estos espacios son lugares protectores. Por estas razones, promover el retorno seguro, voluntario y bajo condiciones de bioseguridad debe ser una prioridad para disminuir el impacto de la pandemia en el aprendizaje y la salud mental de la niñez en Colombia.
La pandemia por COVID-19 ha tenido un impacto en la deserción escolar. Según el Ministerio de Educación Nacional, un total de 243.801 estudiantes abandonaron sus estudios en 2020.
Adicionalmente, donde la educación entra en pausa los riesgos para la infancia aumentan.
En el 2020, el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) identificó a 2.305 niños y niñas desescolarizadas provenientes de Venezuela en áreas fronterizas de Colombia; de este grupo 2 de cada 10 no saben leer o escribir. El 40% no tenían acceso a la educación debido a la falta de oferta educativa para población en extra-edad, la falta de docentes, dificultades en la documentación y causas asociadas al conflicto armado (reclutamiento, presencia de artefactos explosivos o desplazamiento forzado).
A pesar de las múltiples adaptaciones y esfuerzos para promover y garantizar la continuidad de educación a través de medios virtuales, las consecuencias de la pandemia en la salud mental de niños y niñas es preocupante. Efectos emocionales como ansiedad, estrés y depresión siguen siendo reportados. Además, la pandemia agudizó las dificultades de cuidadores, madres y padres de familia para acompañar el aprendizaje y aumentó la exposición de la niñez a otros riesgos asociados con el trabajo infantil, la mendicidad u otro tipo de violencias.
Según el informe de UNICEF, las niñas, niños y adolescentes de la región están más expuestos que nunca a ser víctimas de violencia física o psicológica grave, negligencia, violencia sexual, entre otros.
Además, mantener la educación a distancia aumenta las brechas de aprendizaje por falta de acceso tecnológico. En la identificación de NRC encontramos que 9 de cada 10 de los niños y niñas encuestados no cuentan con un computador, tableta o acceso a internet, lo que ha ocasionado la interrupción de su aprendizaje.
Desde el proyecto multianual en el marco de la estrategia Education Cannot Wait, nos sumamos a la iniciativa de promover protocolos rigurosos de bioseguridad en las escuelas, infraestructura adecuada y comportamientos de higiene que proporcionen un regreso seguro, voluntario y feliz para los niños, niñas y adolescentes a la educación.
Todas las personas que trabajan en el sector educativo deben contar con las garantías suficientes para continuar con su labor. La vacunación de todos los trabajadores educativos, no solo de directivos y docentes, debe ser una realidad.