Cerca de 1 millón de personas desplazadas en la región del Triángulo Norte de Centro América requieren asistencia humanitaria. Los gobiernos, los donantes y el sector humanitario deben hacer más para responder al complejo escenario presente en El Salvador, Honduras y Guatemala. “La naturaleza intensa y generalizada de la violencia ha forzado a poblaciones a desplazarse”, afirma Christian Visnes director regional del Consejo Noruego para Refugiados. Según el informe de Centro Internacional de Monitoreo sobre Desplazamiento (IDMC), hay personas que huyen después de negarse a vender sus tierras a los traficantes de drogas y de recibir amenazas de muerte o para proteger a sus hijos del reclutamiento forzado por parte del crimen organizado.
Como consecuencia del impacto devastador de la violencia, la región del Triángulo Norte de Centro América, se compara con países como Irak o Sudán. El crimen organizado sigue alimentando la violencia en la región (principalmente maras, pandillas y carteles de la droga). Al menos 711,500 personas se encuentran desplazadas internamente en Honduras, El Salvador y Guatemala y cientos de miles de personas están huyendo de las zonas violentas hacia otros países como parte de los flujos mixto de migración. En 2015, 234.561 personas fueron deportados de Estados Unidos y México, lo que demuestra que la situación es crítica. “Nosotros creemos que alrededor del 35% de los deportados son personas en necesidad de protección internacional, que han huido por la violencia”, dice Christian Visnes.
“Una de las consecuencias más visibles de la violencia son los desplazamientos ‘gota a gota’, es decir, aquellos que afectaron a una sola persona o a grupos pequeño de personas como resultado de las amenazas y el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado”, subraya Christina Visnes. Hombres, mujeres y niños inocentes han sido asesinados, violados, torturados y desplazados. Sin embargo, y pese al esfuerzo de los Gobiernos por reconocer y responder a la situación, no existen marcos legales o políticas públicas específicas para la protección y asistencia a las poblaciones desplazadas y no se han establecido mecanismos para promover la protección y la asistencia. “La respuesta debe ser adaptada para satisfacer las necesidades de las personas afectadas por esta crisis humanitaria. El reto es de todos y tenemos la responsabilidad de rodear a los Estados para garantizar una respuesta a tiempo y adecuada para ésta crisis humanitaria”, afirma Christian.
Lamentablemente, los niños y jóvenes afectados reciben ayuda esporádica o no reciben apoyo. “Niños y jóvenes en condiciones precarias, sin acceso a la educación y sin ninguna esperanza para el futuro, es la receta de un desastre”, asegura Christian. En éste escenario no puede haber otra prioridad distinta que la protección y asistencia de los niños y jóvenes.
“La crisis en Centroamérica también requiere con urgencia un enfoque regional. Un joven de la región me comentó: Mi hermano me dijo un día ‘me voy a otro barrio a trabajar en construcción con un amigo. Ya vuelvo’. Nunca regresó. Luego se regó el rumor de que habían aparecido dos cuerpos y que uno era mi hermano”, comenta Christian. La crisis en Centroamérica requiere con urgencia un enfoque regional. “Tenemos que compartir la responsabilidad de esta crisis que no parece tocar fondo”, sugiere Visnes. En la región no hay un monitoreo sistemático de la situación y, por tanto no hay posibilidades analizar los hechos y responder de manera adecuada a la crisis humanitaria. Se necesita un mejor equilibrio entre el análisis de los hechos “invisibles” y de los hechos visible en la región para responder humanitariamente a las poblaciones afectadas.
Consulta el “Reporte Global de Desplazamiento Interno – 2016” de IDMC en:
http://www.internal-displacement.org/globalreport2016/?platform=hootsuite