Los mil kilómetros recorridos entre las ciudades de Cúcuta y Cali enriquecen la historia de vida de Glendys Dominguez, migrante venezolana que caminó Colombia de esquina a esquina y que hoy combina conocimientos de cocina, transferencias monetarias y formación en habilidades de negocio para dar seguridad a su familia.
La postura de Glendys proyecta decisión frente a su audiencia, un grupo de beneficiarios del proyecto ADN DIGNIDAD, financiado por USAID, quienes igual que ella buscan maximizar los beneficios de las Trasferencias Monetarias recibidas mediante emprendimientos de negocios propios, que en el caso de ella consiste en traer los sabores de Arabia, España y Venezuela al occidente colombiano.
1.8 millones de migrantes y retornados han llegado a Colombia, el 56.2% en condiciones irregulares. Para un gran número la primera estación en su nuevo país de acogida es el departamento de Norte de Santander, que reúne cerca de trescientos mil personas migrantes. Fue aquí donde ella empezó su viaje de 985 kilómetros hasta su nuevo hogar en Cali.
La caminata de los casi mil kilómetros, la hizo armada solo con el coraje de una madre que desea un mejor futuro para sus hijos: cruzó dos veces la crecida del rio que marca la frontera entre Venezuela y Colombia. La primera vez que lo hizo perdió todos sus bienes personales en la corriente y tan pronto llegó a tierra firme las autoridades colombianas la retornaron al lado venezolano. La segunda vez, como en la primera, cruzó con Emanuel y Estefanía (de 1 y 15 años en ese momento), hasta caminar 4 horas en la oscuridad al encuentro de su marido.
La geografía de Colombia se caracteriza por tres cadenas de montañas, Los Andes, que caminantes como Glendys sortean en su camino de Cúcuta a Cali, recorriendo una distancia cercana a la que separa a París de Berlín. El camino está minado de innumerables riesgos como deshidratación, hipotermia y malnutrición. A ellos les tomó 25 días de incalculables pasos y peligros para sus vidas a través de diversas ciudades, heridas, pisos térmicos y hambre. ‘’Las personas caritativas curaban nuestras llagas de nuestros pies, nos daban agua, comida y en algunas ocasiones techo. Sin su ayuda no sabría en donde estaríamos ahora’’ ella recuerda.
Una nueva vida en Cali
Una vez en Cali la pareja rápidamente decidió empezar a reciclar materiales para generar ingresos; esta actividad les permitió pagar por un espacio donde vivir y alimentación. Durante varios meses trabajaron juntos, hasta que Guillermo, su esposo consiguió un empleo como técnico eléctrico. Glendys continuó recorriendo las calles de Cali, seleccionó plásticos y vidrio por meses para hacer dinero y sus dos hijos consiguieron entrar a la escuela. Dos años después miembros del equipo del Consejo Noruego para Refugiados (NRC por sus siglas en inglés), le contactaron para integrarla como participante del proyecto de Transferencias Monetarias de ADN DIGNIDAD, que tiene como objetivo vincular a 70.000 personas en situación de vulnerabilidad para marzo de 2021, incluyendo 9.000 en Cali, la Capital del Valle del Cauca.
A partir de febrero de 2020, la primera transferencia monetaria de ADN DIGNIDAD llegó, complementada por un proceso de formación y cualificación de habilidades blandas y de negocio, como parte de una asistencia adicional de NRC. Ahora Glendys pertenece a un grupo que, mediante educación colaborativa e instrucción dada por profesionales, reconoce y construye nuevas habilidades que fomentan el desarrollo de ideas únicas de negocio y evolucionan en oportunidades para la generación de ingresos.
El negocio de cocina
Con el dinero que ella y su esposo lograron ahorrar gracias a las Transferencias Monetarias, la pareja compró una parilla y elementos de cocina con los que instalaron un punto de venta de arepas venezolanas frente a su casa. Su producto rápidamente fue acogido por vecinos del barrio, lo cual fomentó su seguridad y ganas por aplicar las técnicas aprendidas. ‘’Yo he usado mi conocimiento en la cocina no solo para mis hijos, sino también para mi nueva comunidad. Por ejemplo, he organizado comidas para las personas más necesitadas del barrio en conjunto con otros vecinos. Hemos alimentado niños con hambre y personas en condición de calle; también hemos organizado donaciones de mercado para todos los que necesitan ayuda urgente por el Coronavirus’’, Comenta.
Hoy Glendys ha dejado la actividad del reciclaje para enfocarse en sus habilidades culinarias. Gracias a eso ahora tiene dos fuentes de ingreso: Las ventas de platos y postres que ha promovido puerta a puerta mediante volantes y muestras gratis, y la venta de platos internacionales de distintas esquinas del mundo como España, Arabia, Venezuela y Colombia, en alianza con un nuevo socio con el que acordó trabajar.
Ella tiene un plan, seguir cocinando y ahorrar para abrir su propio restaurante de comida internacional, y cree que está mas cerca que nunca de lograrlo. Con la asistencia humanitaria de ADN DIGNIDAD, se espera que las experiencias como la de Glendys y su familia se multipliquen a través del territorio colombiano que alberga población migrante y retornada en necesidad de construir un mejor futuro.