Miedo y reclutamiento forzado en Colombia
El conflicto armado en Colombia ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares. Estas son las historias de tres de esas personas que huyeron para escapar de las amenazas de los grupos armados y proteger a sus hijos e hijas del reclutamiento forzado.
Las historias han sido parcialmente ficcionadas para proteger la identidad de las personas involucradas.
No volvoré
Vivía en una finca donde cultivábamos plátano, yuca, frijol y cacao. Los días eran largos, siempre trabajando la tierra. La vida allí podría haber sido hermosa, pero el conflicto era una sombra constante sobre nuestras vidas. Hombres armados de diferentes grupos aparecían de repente y con ellos venía el miedo.
“El miedo era constante”
Tengo tres hijos: uno de 12 años, otro de 11 y el menor de 4. Mientras yo trabajaba, ellos se cuidaban entre sí. Les decía que no salieran de la casa, que se quedaran adentro, porque sabía que esos hombres armados podían llevárselos en cualquier momento. El miedo era constante, sobre todo después de que una vecina me contó que a su hijo lo habían reclutado y nunca regresó. Esa historia me quitaba el sueño.
Un día, hombres armados llegaron a nuestra vereda y nos dijeron que teníamos que irnos, que iban a haber combates por el control del territorio y que no se harían responsables de nadie que se quedara. Temía por nuestras vidas, pero también temía que si no huíamos, reclutaran a mis hijos.
Decidí que no podíamos quedarnos más tiempo. Dejamos todo atrás: los animales, los cultivos, todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo. Con el amanecer acercándose, empacamos nuestras cosas en silencio. Sin decirle nada a nadie, nos fuimos, llevando lo poco que podíamos.
Así fue como llegamos a la ciudad.
La vida en la ciudad ha sido dura. Aquí todo se compra, todo es caro y nos falta dinero. En la finca producíamos nuestros propios alimentos. Ahora, vivimos en un barrio y aunque no es fácil, al menos estamos más seguros. Ya no tengo que preocuparme todos los días de si mis hijos serán reclutados a la fuerza.
"Lo más importante es que estamos juntos"
Cuando me desplacé, recibí ayuda humanitaria que usé para comprar alimentos y artículos de higiene. También me dieron dos colchones, baldes para almacenar agua y otras cosas pequeñas. Eso ayudó mucho porque no teníamos dónde dormir y con los colchones pudimos acomodarnos un poco mejor. Mis hijos también recibieron apoyo con actividades de lectura y juegos, además de mochilas y cuadernos para que pudieran regresar a la escuela.
Extrañamos la finca, pero no pienso volver. Lo que pasó, pasó. Estamos aprendiendo a vivir en esta ciudad donde todo es diferente. Aunque las cosas no son fáciles, lo más importante es que estamos juntos, porque todo lo que hago, lo hago para salir adelante con mis hijos.
Nos fuimos en la madrugada
Soy una mujer de 31 años, madre soltera de dos hermosos hijos. He trabajado desde muy joven haciendo una cosa y luego otra. He tenido que viajar a diferentes lugares, siempre teniendo que adaptarme. La resiliencia es una de mis cualidades. Soy una mujer fuerte que se ha visto obligada a dejarlo todo para empezar de nuevo una y otra vez.
Llegué a Colombia con mis dos hijos hace poco. Antes de eso, habíamos buscado seguridad y oportunidades en otros dos países. Esta es la tercera vez que empezamos de cero en un lugar nuevo y extranjero.
“Había un ambiente pesado, peligroso”
Cuando llegué a Colombia decidí instalarme con mi familia en un pequeño pueblo alejado. Encontré trabajo en una cantina como mesera, con la esperanza de que este rincón del mundo me diera el respiro que tanto necesitaba.
Pero no sentía paz y me encontré a la sombra de los hombres armados que controlaban la zona.
En el lugar donde trabajaba, aparecían de repente y había un ambiente pesado, peligroso.
En la cantina, uno de esos hombres gritó que ofrecía una gran suma de dinero para pasar la noche conmigo. Sentí la humillación llenando el lugar. Me sentí aterrorizada y desprotegida. Le dije a mi jefe que no podía seguir trabajando en esas condiciones, pero su único consejo fue que evitara a los hombres, como si eso solucionara algo. Me sentí completamente sola.
Al día siguiente, la situación empeoró. Al mediodía, varios hombres armados llegaron a mi casa. Me dijeron que tenía que denunciar a la persona que me acosó y que sería destituido de su cargo en el grupo. Pero yo sabía que eso no era una solución, era una trampa.
Los hombres que llegaron a mi casa querían utilizarme para deshacerse del hombre que me acosó. Esa noche, con un gran pesar en el corazón, decidí escapar con mis hijos. Mi familia y yo huimos al amanecer en un camión. Lo único que importaba era encontrar un lugar seguro, lejos de todo ese horror.
Llegar a un nuevo lugar puede ser aterrador. No sabía qué hacer ni a quién acudir. Una vez más, todo me resultaba extraño y la incertidumbre sobre nuestro futuro me paralizaba.
“Quiero salir adelante y reconstruir mi vida"
Entonces conocí a una organización humanitaria. Me ayudaron a obtener los documentos que necesitaba para quedarme en Colombia y se aseguraron de que mis hijos tuvieran acceso a la educación y a la atención médica. Me informaron de mis derechos y me brindaron apoyo emocional.
El apoyo que recibí alivió mis necesidades básicas y me ayudó a decidirme a quedarme en el país.
Hoy me embarga la incertidumbre. No tengo un trabajo estable, pero lo importante es seguir adelante, sobre todo cuando tienes hijos. Hay que buscar soluciones, ser fuerte por ellos. No quiero rendirme, quiero salir adelante y reconstruir mi vida.
Nos fuimos de noche, sin decirle a nadie
Soy campesino y hombre de familia. Nací y crecí en el campo y desde muy joven he sabido lo que significa el conflicto armado en Colombia. La guerra se convirtió en una sombra que nunca me ha abandonado.
Vivía en mi propia casa cerca de un pequeño pueblo con mi familia. La vida era dura, siempre con la esperanza de la paz, pero eso nunca fue posible porque vivíamos en medio de la guerra.
“A mi hija de 13 años la invitaron varias veces a irse con ellos”
Donde vivíamos mis hijos no estaban seguros. Los grupos armados venían y no respetaban nada. Querían reclutar a la fuerza a los niños desde los 10 años, entrenarlos y hacerlos parte de la guerra.
Les llenaban la cabeza con promesas de una vida mejor, de cosas que nosotros nunca podríamos darles. A mi hija de 13 años la invitaron varias veces a irse con ellos. Sabían cómo hablarles, cómo ganarse su confianza.
Tomé la decisión de irme porque tenía miedo de perder a mis hijos. Los grupos armados ya se habían fijado en ellos.
Nos fuimos de noche, sin decirle a nadie, dejando atrás nuestro hogar, sin saber si alguna vez regresaríamos. Es duro dejar todo atrás, pero es aún más duro vivir con el miedo a perder a tus seres queridos.
“No dejaré que la guerra nos quite la esperanza"
Ahora, estamos refugiados en una casa que nos ofreció un amigo. Aunque tenemos un techo sobre nuestras cabezas, no contamos con lo necesario para vivir dignamente. Nos sentimos como extraños en un lugar que no es nuestro. Pero a pesar de todo, no nos rendimos.
En medio del desplazamiento recibimos ayuda humanitaria. Nos dieron artículos de higiene, colchones para dormir y ahora mis hijos pueden seguir estudiando en una nueva escuela donde nos estamos quedando actualmente.
Sigo haciendo cualquier trabajo que pueda encontrar. Mis hijos dependen de mí y mientras tenga fuerzas, seguiré luchando. Todavía queda un largo camino por recorrer, pero no dejaré que la guerra nos quite la esperanza.
NRC está ahí para ayudar
En Colombia, más de 5 millones de personas viven en situación de desplazamiento debido al conflicto armado y la violencia.
Los abusos, las amenazas, las minas antipersonal y el reclutamiento por parte de los grupos armados siguen obligando a la gente a huir.
Las familias de este artículo recibieron asistencia humanitaria gracias a la financiación de la Oficina de Asistencia Humanitaria de USAID (BHA). El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) ayuda a las personas durante las crisis, proporcionando ayuda y apoyo inmediatos en Colombia.
Brindamos protección y asistencia legal a las familias obligadas a huir de la violencia, así como agua potable y otras necesidades básicas.
Obtén más información sobre nuestro trabajo en Colombia.
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