En junio de 2020, la fotógrafa Nadège Mazars se reunió con un grupo de personas venezolanas a las afueras de Bogotá. En este artículo, compartiremos las historias de estas personas refugiadas y migrantes venezolanas que han sido obligados a regresar a casa por la pandemia actual.
Un grupo de personas venezolanas camina a lo largo de la carretera a pocos kilómetros de Bogotá. Vienen de Lima, Perú, de donde se fueron hace un mes y se dirigen hacia la ciudad de Valencia al norte de Venezuela.
Comienzan a caminar a las 6:00 a.m. cada mañana y se detienen alrededor de las 5:00 p.m. Por los últimos días, solo han logrado viajar 10 kilómetros al día porque una de las mujeres está embarazada. Se lavan en los ríos que encuentran en el camino o en las estaciones de servicio.
Naciones Unidas estima que más de cinco millones de personas refugiadas y migrantes han salido Venezuela hacia otros países en América Latina y el Caribe en los últimos años. Sin embargo, actualmente la pandemia COVID-19 está obligando a decenas de miles a regresar a casa, debido a que las medidas de aislamiento preventivo les impiden ganarse la vida.
En el camino nos encontramos con Bregorio Rodríguez, su novia Mariannis Barco, 19, su bebé de 18 meses, Gabriela, y el hermano de Bregorio, Eduar, 21. Están viajando a pie, llevando todas sus pertenencias en dos coches.
Ellos comenzaron su viaje dos días atrás. Habían estado viviendo en Soacha, un municipio en el sur de Bogotá, pero tuvieron que irse cuando fueron desalojados de la casa donde vivían.
“El factor más grande que hace a las personas refugiadas venezolanas particularmente vulnerables es que a menudo no tienen un estatus regular en sus países de acogida. Esto significa que tienen acceso limitado a empleo formal, refugio confiable o servicios de salud pública” dice Nayibe Pérez, gerente de proyecto de la Unidad de Respuesta Rápida del Consejo Noruego para Refugiados.
Antes tales condiciones adversas, algunas personas venezolanos han decidido regresar a casa ya que sus medios de vida se han agotado en el extranjero. Al 30 de junio de 2020, más de 80,000 personas habían regresado de diferentes partes de América Latina a Venezuela.
María Duque, vestida con un chaleco negro y naranja de NRC, dirige a algunos niños y niñas en una actividad grupal. Algunas madres y padres están esperando, observando.
María y su equipo organizan talleres y diferentes actividades. Los talleres se centran en problemas migratorios y riesgos como reclutamiento forzado, trabajo infantil y el abuso sexual. El equipo utiliza un método basado en la “estrategia de movimiento corporal” para ayudar a los niños y niñas a ser más conscientes de sus cuerpos.
Además, NRC proporciona alimentos, agua y elementos de higiene, así como rompecabezas, útiles escolares y algunas prendas de vestir para que los niños y niñas se protejan del frío.
El equipo también brinda asistencia legal, infomración sobre el COVID-19 y explican sobre los riesgos que las personas pueden encontrar en el camino.
María se sienta con una adolescente de suéter rosa.
— “Mi nombre es Darianny”, dice la chica.
— “¿Cuánto tiempo has estado viajando”?, preguntamos.
— “Yo estoy viajando con mi mamá y mi perra Sachita. Dejamos Perú a pie hace un mes. Nos dirigimos hacia nuestro país Venezuela y estoy feliz de que nos estemos acercando a nuestro destino”
La chica de 13 años está feliz de recibir algunas prendas de vestir y elementos de higiene.
“Hace días que no me cambio de ropa y me gustaría darme una ducha caliente. Pero, sobre todo, espero ver a mi abuela, la extraño mucho. No la he visto en dos años.”
Hector Castillo, 23, acaba de recibir una nueva mochila por parte de NRC, esta le ayudará a viajar más cómodamente. Él es originario de la capital de Venezuela, Caracas, pero ha estado viviendo en Colombia durante los últimos 18 meses.
“Nosotros no estamos promoviendo el regreso de las personas migrantes y refugiadas, pero estamos brindando dignidad y humanidad a las personas que nos encontramos en el camino”, explica Duque.
Hector ha estado caminando todo el día junto con sus dos amigos. Ellos esperan llegar a la ciudad de Paipa a 200 kilómetros de Bogotá, en donde una tía de uno de sus amigos les brindará refugio por un tiempo.
“Lo único que podemos hacer es caminar” explica.
Yormayra Castillo, 21, está viajando con otras cinco personas, además de su hijo y otros cuatro niños. Uno de sus compañeros ha estado caminando desde Rumichaca en la frontera entre Colombia y Ecuador. Los otros han caminando desde Perú.
Yormayra tiene cuatro meses de embarazado y todas las caminatas la hacen sentir muy cansada, pero está agradecida por la asistencia que NRC le brinda. El grupo ha recibido nuevas mochilas y kits de higiene, entre otras cosas.
Jackson Antonio Ramirez Ruiz, 36, acaba de llegar a una estación de autobuses en la carretera, donde NRC proporciona a los caminantes mochilas, zapatos, medias y elementos de higiene.
Jackson ha viajado desde Lima Perú durante las últimas tres semanas. Él vivió dos años y medio en Perú, donde trabajó en la cocina de un restaurante. Cuando este cerró, él perdió sus ingresos y tuvo que irse, como muchos otros venezolanos.
“A veces en el camino, las personas nos regalan comida. Pero debido a que nosotros nos da vergüenza, nosotros no pedimos nada. No nos enseñaron a pedir diseño” dice.