Erika González vive en Tumaco (Nariño), es educadora y dedica su tiempo al cuidado de decenas de niños, niñas y jóvenes desescolarizados que viven en uno de los municipios que históricamente ha sido más afectado por el conflicto armado en Colombia.
Cada día, Erika se levanta para alistar a su pequeña hija de 8 años para llevarla a la escuela, también cuida de su hermano mayor Carlos Arturo, que tras un atentado a su vida perdió la movilidad en sus piernas. Ella se llena de energía y va en busca de cada niño, niña y joven desescolarizado de la zona para que encuentre en la educación una mejor opción de vida.
“Mi papá siempre fue el motor que nos impulsó a todos a estudiar y a salir adelante. Él era polifacético por la mañana agarraba la pala y el machete para irse a trabajar en el campo o salir a pescar y por la tarde se lavaba las manos, agarraba el lapicero y se transformaba en el docente elegante que motivaba a toda la comunidad a mejorar” cuenta Erika mientras nos cuenta de su deseo por continuar con sus estudios universitarios como Trabajadora Social.
Como a tantas víctimas en Colombia, el conflicto armado llegó a transformar la vida de Erika, que hasta los 18 años creció en compañía de su mamá, su papá y sus dos hermanos en la verada Panamarí. Erika sigue sin saber el motivo por el que su padre, su madre y su hermano menor fueron asesinados por un grupo armado ilegal. Su experiencia de vida la obligó a abandonar la finca en la que recolectaron hasta el último día antes de su desplazamiento forzado.
“Me gusta trabajar con la comunidad y más cuando me encuentro con personas con las mismas circunstancias que yo he tenido que vivir por ser desplazada, por ser víctima de la violencia. Todo eso hace que me encariñe cada vez más por esta labor y mi carrera” dice Erika que demuestra el orgullo que siente al trabajar cada día por los jóvenes y sus familia en Tumaco.
Su historia, también la llena de fortaleza para reflejarla en cada uno de los encuentros y visitas que realiza en cada hogar para brindar una motivación a su comunidad. Ahora su mayor sueño es lograr obtener una formación profesional, continuar ayudando a tantas personas afectadas por el conflicto y apoyar tanto a sus hija como a su hermano a continuar estudiando.
“No es fácil recuperarse de lo que nos ha pasado, pero nosotros seguimos aquí firmes. Hay que llenar a las personas de fortaleza, yo siempre le doy a entender a la gente que a pesar de las circunstancias uno siempre tiene que continuar”