En su casa hay un pequeño letrero que dice: se hacen trabajos de costura. La puerta está abierta y hay una familia esperándonos. Al llegar a la casa de Isabel, ella saluda y dice: “les voy a contar mi historia completa, en orden”.
El relato de Isabel Monsalve no tiene un “orden” cronológico. El orden de sus recuerdos está determinado por las pérdidas que ella y su familia han ido acumulando, desde que empezó la crisis de Venezuela. “Como yo nunca fui profesional ni hice ningún estudio avanzado vendía toda clase de productos, pero después de que empezó a ponerse la cosa dura la gente no me compraba nada. Luego la devaluación de la moneda empezó a robarse las poquitas ganancias; fue entonces cuando me dio por ponerme a trabajar limpiando en casas de familia”, así empezó la historia esta mujer. Sus recuerdos, como el dolor que siente por haber abandonado su país, aparecieron en ese orden. Durante nuestra conversación no se mencionaron años, meses o días, pero sí el detalle de cómo lo fue perdiendo todo.
La situación interna en Venezuela, según Isabel, se agravó por la terrible escasez de alimentos, la devaluación del dinero y la peligrosa situación de salud: “faltan medicamentos y la atención en los centros hospitalarios es inadecuada”.
Isabel es colombiana. Llegó a Venezuela cuando tenía 5 años. La situación económica de su familia provocó su salida hacia Venezuela para buscar un mejor futuro económico. Fue allí donde esta mujer creció y conformó un hogar. Hoy, su cultura y su acento son venezolanos y afirma que a ese país lo siente más suyo que el propio (Colombia).
Luego del cambio de empleo, Isabel y su familia empezaron a conseguir menos alimentos para el consumo en el hogar. Su primera pérdida fue la eliminación de una comida diaria. “Los alimentos cada vez se hacían más caros y cada vez teníamos menos ingresos. Empezamos a eliminar una comida; por ejemplo, decidí mandar a los niños a estudiar sin desayuno. Todos se iban con el estómago vacío. Después empezó a faltarnos para la cena. Lamentablemente, llegamos al punto en que teníamos para una sola comida: el almuerzo”. Para lograr conseguir los productos del almuerzo debían hacer filas, a veces de días y noches enteras.
Su segunda perdida fue la restricción de acceso a los productos de aseo básicos, pues estos dejaron de llegar a su ciudad. “Para bañarnos, muy de vez en cuando conseguíamos bolsitas de jabón en polvo, carísimo, y con eso lavábamos la ropa, los pisos y también nos lavábamos los dientes y nos bañábamos”, dijo Isabel.
Según un informe de ACNUR, en Venezuela, en 2015 el alza en los precios de la canasta básica fue del 180,9%, lo que llevó a que, para abril de 2016 el 80% de la población enfrentara escasez de alimentos. La agencia de la ONU afirmó que esta situación ha provocado alarmantes índices de pobreza y de pobreza extrema; lo que ha llevado a miles de personas a buscar ayuda humanitaria por fuera de su país para poder acceder a derechos como alimentación y salud.
“Cuando nos dimos cuenta ya tampoco había para el almuerzo y ahí empezó mi incertidumbre sobre si nos veníamos o no para Colombia”, recuerda. Las filas por alimentos cada vez se hacían más largas y, de camino a casa, Isabel se desesperaba al pensar en llegar con las manos vacías a su hogar. “A veces eran dos paquetes de arroz, dos de harina y dos de pasta. A veces solo los de harina, a veces nada”.
Su situación empezó a cambiar cuando los alimentos se acabaron. “Mis hijos se levantaban y me decían: mamá ¿qué hay de comer? Y yo les decía: no hay nada, sigan durmiendo y así soportábamos, durmiendo todo el día. Lo único que yo podía decirles a mis hijos era ‘sigan durmiendo’, porque era la única manera que no sintieran tanto el hambre. Un día el más pequeño se quedó dormido sin comer. Eran las nueve de la noche y el niño no paraba de llorar del hambre y así, llorando, se me quedó dormido. Ese día tomé la decisión”.
Sin recursos económicos suficientes Isabel y su familia tuvieron que esperar meses en Venezuela luego de su decisión de regresar a Colombia. Luego de meses ahorrando, con hambre y afrontando a la delincuencia el 25 de diciembre de 2016 iniciaron su viaje. Los 9 integrantes de la familia hicieron un viaje de tres días para llegar a territorio colombiano. “Aunque ha sido duro, y aún tenemos muchas necesidades, yo me siento feliz de ver a mis hijos diferentes a como estábamos en Venezuela. Ellos estaban flaquitos y acá nos estamos recuperando de esa situación”. Con la llegada a Colombia la historia de la huida de esta familia ha iniciado un nuevo capítulo: Isabel aprendió a coser, uno de sus yernos consiguió trabajo como soldador, los hijos menores están estudiando y la familia siente que su situación empieza a mejorar. Ahora, ellos sueñan con legalizar su situación en Colombia “para conseguir un trabajo estable y salir adelante”.
El Consejo Noruego para Refugiados tiene presencia en Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, donde brinda asistencia de emergencia, servicios legales y educación a la población con necesidades humanitarias.
Hemos proporcionado asistencia a más de 4,000 personas que llegan de Venezuela a Colombia y continuaremos la respuesta en 2018.