Yuliana salió de su país hace seis años para comenzar una nueva vida en Colombia. Su fuerza, resiliencia y el apoyo del programa ADN dignidad la han llevado a fortalecer su emprendimiento en el país que la acoge.
“¿A quién no le gusta estar en su tierra?” dice Yuliana, una madre de dos hijos Sara y Santiago que tuvo que dejar su casa propia, trabajo y toda su familia completa, huyendo de la violencia y en busca de la oportunidad de reconstruir su vida.
Un hecho violento contra la vida de su esposo y su hijo —que prefiere no recordar— le hizo tomar la decisión de resguardar a su familia y luego huir fuera de su país para buscar un lugar seguro.
Hoy están de nuevo juntos.
Para Yuliana, el 16 julio del 2017 es una fecha que no puede olvidar: Sara su hija cumplía cinco años, pero en lugar de un regalo, tuvo que abrazarla y despedirse de ella sin saber cuándo la volvería a ver. “Me tocó darle un beso en la frente y decirle: vamos a salir de esta situación” recuerda Yuliana.
Esta fue la decisión más difícil que tuvo que tomar, pues no había otra oportunidad para poder salir. Sara se quedó en casa con su abuela, su hermano y su papá, mientras Yuliana buscaba un lugar seguro.
Yuliana en compañía de un familiar, iniciaron el recorrido tomando varios buses “ahí llevaban gallinas, perros y gatos. Viajábamos con indígenas, éramos los únicos “alijunas” [personas ajenas a la comunidad]. Teníamos miedo de que nos fuera a pasar algo” Yuliana sabía que el camino que había emprendido era peligroso.
Recuerda que en medio del recorrido en la “trocha” o cruce irregular, personas armadas detuvieron el bus que venía tras el suyo, obligaron a dos mujeres a bajar y las agredieron con gasolina y fuego.
Solo se sentía impotencia.
“No sabíamos a dónde llegar” recuerda Yuliana que llegó a Maicao, al norte de Colombia sin tener quién los recibiera. Allí siguió su camino, 180 kilómetros más hasta la ciudad de Valledupar.
“No teníamos una habitación para arrendar, además veníamos cortos de dinero” recuerda Yuliana, para quien dormir en una cama era un privilegio, tanto que perdió la cuenta del número de noches que pasó en las aceras.
A pesar de la nostalgia, también tenía la fuerza de volver a empezar, trabajar y cumplir su sueño de emprender.
Durante dos años, trabajó en una zapatería, 15 horas diarias. Ganaba muy poco, pero ahorraba para buscar un lugar mejor y poder reunirse con su familia de nuevo.
En 2019, Yuliana decidió continuar su viaje y esta vez llegó a Cali, al extremo oeste de Colombia “le he dado casi toda la vuelta a Colombia a ver dónde se abrían las oportunidades y aquí se abrieron más”.
De su país trajo también el amor por la comida y la destreza en la cocina que utilizó para iniciar su propio negocio. Pero se preguntaba ¿cómo iniciar nuevamente después de haberlo perdido todo y haber conseguido poco?
Un amigo de su familia, que llevaba más tiempo en Colombia, le prestó un carrito de comidas rápidas y ese fue el primer impulso que Yuliana necesitó para empezar.
Año tras año iba a su país a visitar a sus hijos con el anhelo de tener una vida estable para vivir juntos.
En 2022, luego de superar la pandemia y después de mucho trabajo, Yuliana pudo traer a sus hijos a Colombia “pasé un susto demasiado grande en frontera” cuenta Yuliana cuando sus hijos fueron retenidos por personas armadas que controlaban el cruce irregular a Colombia.
Luego de suplicar y pagar, logró cruzar con sus hijos de su mano y a salvo.
Su esposo había cruzado un tiempo antes y los esperaba en el hogar que Yuliana había preparado para su llegada.
Estando juntos podían seguir luchando por sus sueños.
“SantiBurguer ¡Lo mejor en comidas rápidas!” ese fue el nombre que Yuliana le dio a su emprendimiento en honor a su hijo Santiago que le repite constantemente “Sí se puede, mami”.
Inauguró su emprendimiento en octubre de 2022 cuando también conoció el programa ADN Dignidad y su ruta de recuperación económica activa CREA financiado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) e implementada por el Consejo Noruego para Refugiados NRC.
A través de los talleres formativos ha fortalecido cada vez más sus conocimientos, se siente más empoderada y espera hacer crecer su emprendimiento.
“Dentro del volumen de venta hay que deducir los gastos fijos y los gastos variables” explica lo que ha aprendido Yuliana y le da la confianza de continuar su venta de perros calientes, hamburguesas y arepas con todo o arepas “full equipo”, como ella las llama.
“Todos somos trabajadores de ese negocio porque cada uno aportamos un granito” sus hijos después de cumplir con las responsabilidades escolares ayudan a su mamá en el negocio de la familia. Sara y Santiago la animan a seguir adelante y le recuerdan que ¡sí se puede!
La herencia que espera dejar a sus hijos es ese trabajo fuerte para que ellos salgan adelante.
“Mi visión ahora es tener mis propias herramientas e insumos y ¿por qué no? que exista SantiBurger en otros sectores y otras ciudades” dice divertida Yuliana al pensar lo lejos que espera llegar.
Nota: Los nombres han sido cambiados por protección.