Hay eventos negativos que afectan a cientos de mujeres y sus familias en Colombia.
Cuando viven en territorios donde el conflicto armado continúa, ellas son obligadas a desplazarse y empezar desde cero. Sus posibilidades de teminar la educación secundaria se desvanecen y muchas no pueden seguir estudiando como consecuencia del desplazamiento forzado. Sobreviven a otros tipos de violencia: físicas y emocionales. Sin oportunidades laborales en las comunidades que les acoge. La vida parece una carrera cuesta arriba.
Pero Marisol, de 48 años, está decidida a que este ciclo de sufrimiento termine en su comunidad. Fue desplazada y ha regresado a su territorio con la certeza de empoderar y organizar a su comunidad.
Un paso al vacío
Marisol creció en Cundinamarca, pero cuando era joven decidió viajar al oriente de Colombia donde comenzó nuevamente su vida junto a su familia. A los pocos años, el conflicto se agudizó en este territorio y tuvo que huir y dejar todo atrás.
Fue obligada a abandonar su hogar, su comunidad y todo lo que había construido durante años para salvar su vida y la de sus hijos.
“Fue muy difícil perderlo todo, dejarlo e irse, fue como dar un paso al vacío” recordó.
Habla muy poco del pasado, ella prefiere olvidarlo.
Sin embargo, gracias a su resiliencia y sus ganas de salir adelante. Marisol decidió transformar una experiencia negativa en una positiva. Terminó sus estudios, se capacitó y conoció sobre la importancia de promover el conocimiento sobre los derechos humanos a través de un empleo.
Retornar a casa
Doce años después, cuando la tranquilidad regresó a su territorio en el oriente. Marisol, su familia y su comunidad decidieron retornar a sus tierras y recuperar sus hogares.
Aunque las consecuencias del conflicto hicieron estragos y aumentaron sus necesidades, la población estaba dispuesta a empezar desde cero. No tenían fuentes de ingreso, en el pasado habían sido obligados a sembrar coca y no tenían recursos para transformar la aridez de sus tierras. Cuando retornaron no había servicio de energía, agua potable, alcantarillado o internet.
Reescribiendo la historia
Con sus conocimientos, Marisol y otros habitantes comenzaron a organizar a su comunidad para buscar el mejoramiento de sus condiciones de vida, la satisfacción de sus necesidades y el acceso a sus derechos. Juntas crearon una asociación de víctimas y campesinos que incluye a los habitantes de las cinco veredas en su territorio.
“Trabajamos comunitariamente, ha sido un proceso lento, pero la población está entendiendo que debemos unirnos y organizarnos para poder exigir nuestros derechos colectivamente” dijo Marisol, quien es la presidenta y trabaja día tras día para lograr sus objetivos.
Hoy, la población tiene como principales fuentes de ingreso la ganadería, la agricultura y ha implementado iniciativas comunitarias y emprendimientos que han sido fortalecidos por organizaciones internacionales. Marisol es clave para el relacionamiento con ellas, tanto así que su nuevo propósito es aprender inglés para comunicarse con las personas extranjeras que visitan su territorio.
Actualmente la comunidad continúa sin acceso a servicios públicos, pero Marisol por sus propios llevó el internet a su territorio.
“Instalamos una antena y está funcionando, gracias a eso hay comunicación”
Nos contó que surgió como una necesidad para que su hija no saliera de su comunidad y pudiera estudiar desde su hogar, pero que ahora se ha convertido en una esperanza para que más niñas y niños puedan seguir aprendiendo.
Fortalecemos comunidades
Como NRC, llegamos para trabajar junto a la comunidad de Marisol. Desde los mismos habitantes surgieron las iniciativas de cambio que se realizaron gracias al apoyo de Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega.
Fortalecimos sus conocimientos para el acceso de sus derechos e instalamos puntos de protección para que la población accediera a información para mejorar su entorno, prevenir escenarios de violencia y acceder a la ayuda estatal.
“Esta fue una experiencia enriquecedora, las mujeres que participaron en los espacios de capacitación se sintieron a gusto para contar cosas que nunca habían contado. Nos sentimos apoyadas y en un espacio seguro.” dijo Marisol.
Para la comunidad, una de las grandes prioridades son sus niños y niñas. Ellas no contaban con espacios lúdicos y recreativos que les permitieran divertirse y desarrollar sus habilidades. Así que construimos una nueva cancha, un parque infantil y bio-saludable que permite no solo divertirse sino fortalecer los lazos de la comunidad a través de encuentros deportivos y lúdicos.
“Estas obras ayudan mucho para que las cinco veredas se integren. Los jóvenes ya vienen a jugar fútbol, los niños y niñas tienen un parque dónde divertirse, muchos de ellos no conocían un parque, así que esto es una novedad. También las mujeres y hombres tienen un parque saludable para hacer ejercicio.” dice Marisol.
Este es solo el comienzo
Marisol es una madre, abuela, esposa y víctima del conflicto que continuará contribuyendo al crecimiento de su territorio a través de su liderzgo y resiliencia.
“Seguiré trabajando porque quiero que las personas y sobre todo las mujeres se empoderen. Sueño con una comunidad muy capaz, que se quite la venda de los ojos, que pueda tomar decisiones por sí misma y que comencemos a despertar de ese letargo. Nosotros tenemos que exigir nuestros derechos” aseguró Marisol.
Ella y su comunidad saben que este es solo el comienzo. Su próximo objetivo es construir una planta para procesar los alimentos que cultivan en su territorio. Así que seguirán trabajando para cumplir sus sueños, exigir sus derechos y acceder a ellos de manera colectiva.