No era un día cualquiera, Leidy había estado esperando este día desde hace 9 años cuando tuvo que dejar de estudiar.
Se puso su traje azul y sobre él, su toga.
— “¿Qué harán tus hijos cuando vean tu diploma?”
— “Se pondrán muy felices y me dirán ‘ay mami, ¡te graduaste!, yo quiero que ellos crezcan y vean en mí un ejemplo a seguir” dijo.
En su ceremonia de graduación sus hijos no la acompañaron, pues hace unos meses atrás su familia fue obligada a desplazarse de su comunidad y abandonarlo todo. Hoy, viven fuera del país, Leidy no esperaba regresar tan pronto, pero lo hizo solo para recibir su diploma.
Aunque asegura que el conflicto le arrebató todo, no pudo quitarle sus sueños.
“Quiero tener mi emprendimiento y llegar a la universidad para convertirme en enfermera”, afirmó.
Leidy vivía en el suroccidente de Colombia, en una zona -como muchas en el país- donde el conflicto armado ha profundizado las desigualdades económicas, ha afectado el acceso a una educación de calidad y ha ampliado la brecha entre las zonas urbanas y rurales.
Donde jóvenes y adultos fueron alguna vez esos niños y niñas que no pudieron terminar sus estudios.
Uno de ellos es Helmer, quien a sus 43 años y después de más de dos décadas sin asistir a las aulas, logró volver a ellas. “A veces le decía al profe: ‘esto no es para mí, esto es muy duro’, pero todo es continuidad y lo logré” expresó orgulloso un día antes de la ceremonia donde recibiría su diploma de bachiller.
Helmer vive con sus hijos y su esposa. En su casa tiene una pared donde exclusivamente ubica las fotografías de sus hijos en sus graduaciones de primaria y espera que pronto la suya también esté allí.
— “¿Cómo crees que te sentirás cuando recibas tu diploma de bachiller?”
— “Me sentiré un orgullo para mi mamá y para mis hijos, porque uno como padre camina para ver caminar a sus hijos también”, mencionó.
Cuando el día de su graduación llegó, se puso su jean y su camisa estampada con operaciones matemáticas, una prenda elegida justamente para una ocasión tan importante en su vida.
Se acomodó su toga y asistió a la ceremonia donde tuvo por primera vez en sus manos su diploma de bachiller.
Helmer desea seguir estudiando, continuar con el emprendimiento de cocos que tiene con su comunidad y convertirse en profesor para enseñar a personas, que como él, vuelven a estudiar después de varios años.
“El estudio es muy importante, así los jóvenes y los adultos no toman el camino de la violencia” aseguró.
Y es que como menciona Helmer, la educación es una poderosa herramienta para construir la paz en Colombia, evitar que los ciclos de violencia se repitan en los territorios y abrir oportunidades a las personas para que cumplan sus proyectos de vida y sus sueños.
Esos sueños que permanecen intactos a pesar de los años, como en el caso de Katty. Una mujer de 62 años, madre y abuela que regresó a estudiar para cumplir su objetivo: ser bachiller.
“Ahora me siento más útil a la sociedad. Antes mi nieto llegaba con una tarea y no podía sentarme con él a explicarle, pero ahora soy una abuela diferente” dijo.
Katty admite que sin lugar a dudas su familia fue su gran motivación durante los tres años que estuvo estudiando. Es un triunfo y orgullo para cada uno de ellos. Tanto así, que un día antes de la ceremonia, todos estaban organizando los preparativos de la reunión para celebrar aquella fecha tan esperada.
Ella, mientras tanto, fue al salón de belleza de su nuera, arregló su cabello, pintó sus uñas y entre risas aseguró que no se iba a mover de la cama mientras durmiera en la noche para no dañar su peinado.
— “¿Cuál será tu reacción cuando recibas tu diploma?”
— “No me imagino cómo voy a reaccionar. Creo que voy a saltar de la alegría y buscaré a mi familia para entregarle mi diploma en forma de agradecimiento por su apoyo”, mencionó ansiosa.
Cuando el día llegó, sus hijas le ayudaron a acomodar su toga y su birrete. Katty asistió a la ceremonia y horas después estaba recibiendo su diploma con una gran sonrisa en su rostro.
Esa misma emoción que sintió Katty, Helmer y Leidy cuando recibieron por primera vez su diploma de bachiller, la han sentido más de 3.600 personas que se han graduado desde hace cinco años con ‘Arando la Educación’, un proyecto educativo para la paz financiado por la Embajada Noruega en Colombia, el Ministerio de Educación Nacional (MEN) e implementado por el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) y la Fundación Colombiana de Excombatientes y Promotores de Paz (FUCEPAZ).
Durante los cinco años de este proyecto, más de 14.000 personas se han beneficiado de Arando la Educación, un proyecto educativo para la paz que promueve la esperanza en el país.