Algunas sillas amarillas, cuadernos y un tablero llenan el pequeño espacio hecho con muros de madera. Allí se escuchan voces de niños y niñas que entran y salen. Este es el lugar que Tais Valor de 36 años, venezolana, ha construido en su propia casa para hacer actividades de aprendizaje con niños y niñas que están fuera de la escuela en Colombia.
Huir
Hace dos años, Tais salió de su país junto a su esposo y sus dos hijos durante la noche y llegaron a Colombia.
“Lo más difícil fue llegar a un lugar donde no conocía a nadie. Antes, teníamos una condición estable. Aquí llegamos a vivir en una carpa. A veces teníamos qué comer y otras veces no” recuerda Tais que es profesora de profesión.
En ese mismo momento, la pandemia provocó el cierre de las escuelas y no había espacio para una profesora venezolana recién llegada y sin documentos.
Durante un largo tiempo, la familia tuvo dificultades para subsistir.
Tais tomó la decisión de ir de casa en casa ofreciendo lo que sabía hacer mejor: enseñar y reforzar conocimientos escolares. Con el aporte de varias mamás y papás logró mantener a su familia, mientras ayudaba a niños y niñas que estaban lejos de las aulas.
Mi casa es para enseñar
“Cuando yo trabajaba en Venezuela cumplía con mi trabajo. Pero aquí entendí que enseñar es mi verdadera pasión. Amo enseñar”, dice Tais.
Con ayuda de varias personas migrantes en Colombia, logró construir una casa de madera para su familia y se aseguró de separar un espacio que ahora funciona como salón para niños y niñas migrantes y colombianos que están fuera del sistema educativo. De forma voluntaria y con sus propios recursos, hace actividades que refuerzan el aprendizaje de las letras, la lectura y los números.
Desplazamiento transfronterizo
Desde enero de 2022, los enfrentamientos armados cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela ocasionaron que más de trecientas de familias venezolanas cruzaran la frontera en busca de un lugar seguro, según cifras de OCHA y GIFMM.
“Así como llegaron ellos a vivir en carpas, llegué yo” cuenta Tais que se acercó a sus connacionales recientemente desplazados para ofrecer lo que estaba en sus manos “hablé con los papás y las mamás por si querían que yo les enseñara a sus hijos. Ellos pensaban que era solo cuestión de semanas para volver, pero no fue así” recuerda.
Aprender en medio de la migración y el desplazamiento
En las mañanas, el salón de Tais se llena con al menos 20 niños y niñas venezolanos desplazados y colombianos que están fuera de la escuela. Sus actividades lúdicas hacen que los niños y niñas sigan aprendiendo mientras logran ingresar a la educación formal.
“La escuela me prestó un tablero y algunos pupitres. Yo utilizo los cuadernos con hojas desocupadas de mis hijos, colores que tengo del año pasado y ayudo a todos los que me lo piden”.
Gracias a la financiación de la Unión Europea, llegamos con el Consorcio MIRE para brindar alimentos, salud, elementos de higiene y ayuda legal a las decenas de familias que atravesaron la frontera y a la comunidad que las acogió.
Además, brindamos útiles escolares para que las niñas y niños siguieran aprendiendo y fortalecimos los conocimientos de profesores como Tais para continuar enseñando en medio de una emergencia como esta.
Hoy
“Yo me emocioné muchísimo cuando me llamaron a recibir el taller de educación. Aprendimos sobre las leyes internacionales que nos protegen, nuestro derecho a recibir la salud en Colombia y hasta cómo diagnosticar si un niño tiene algún problema emocional. También a mejorar su ánimo para aprender” dice.
Ahora sus estudiantes tienen cuadernos, colores y libros nuevos para para seguir las actividades de la profesora Tais que pone en práctica sus nuevos conocimientos: “Es muy importante atender a los niños. Yo me enfoco siempre en lo emocional, porque pasar de tenerlo todo a no tener nada es un impacto muy fuerte para ellos”.
En una zona altamente vulnerable, afectada por el conflicto armado, el desplazamiento e impactada por la migración como las comunidades fronterizas, promovemos el aprendizaje en medio del desplazamiento para llevar esperanza a niños y niñas indistintamente de su nacionalidad.