Eva* y su familia huyeron después de que dispararan a pocos metros de su casa en una vereda de Colombia. Uno de sus lideres fue asesinado.
“Tenemos miedo”, dice el esposo de Eva. “Si pueden matar a uno de nuestros líderes, fácilmente pueden matar a uno de nosotros”.
La población indígena de Colombia ha sido fuertemente afectada por el conflicto armado del país – más de un año después del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno. El 24 de octubre de 2017, uno de los líderes de la comunidad indígena Embera fue asesinado en la región pacífica de Chocó. Al día siguiente, Eva, de 36 años, y su familia huyeron de su casa. Los disparos habían sido hechos a solo 200 metros de su puerta.
Imagen: Eva, su esposo y sus cuatro hijos al lado del río en la vereda a la que se desplazaron. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Huyendo ría arriba
Junto con su esposo y sus cuatro pequeños hijos, Eva huyó en un angosto bote de madera río arriba en el exuberante bosque tropical colombiano. Después de seis largas horas, llegaron a un pueblo donde fueron recibidos por parientes y amigos de la comunidad Embera.
“Espero que podamos obtener ayuda para sobrevivir”, dice Eva.
Su esposo está de acuerdo. Él espera recibir apoyo del gobierno después de retornar a su hogar. Probablemente sus cultivos ya estén destruidos y dependerán de la ayuda para sobrevivir. Por ahora, reciben comida y refugio de amigos y parientes generosos.
Imagen: Después de seis largas horas, llegaron a una vereda donde fueron recibidos por amigos y familiares de la comunidad Embera. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Resguardados entre amigos
“No tengo idea de cuánto tiempo podremos quedarnos aquí”, dice Eva
Está contenta de que su familia esté a salvo, pero dice que vivir lejos de casa es un desafío.
“Vivir aquí, en la casa de otra persona, no es igual que vivir en nuestra propia casa. En casa dormíamos en hamacas”.
Eva, su esposo y sus cuatro hijos estaban entre las más de las mil personas que buscaron refugio en la vereda después del asesinato. Anteriormente, en la vereda vivían aproximadamente 2,000 habitantes y el crecimiento masivo de la población tiene sus consecuencias. Eva y su familia comparten una pequeña casa con otras dos familias.
“Somos quince personas. Cocinamos juntas y cada familia duerme junta en un colchón debajo de un mosquitero”.
Imagen: Eva tuvo que desplazarse con su familia cuando asesinaron a un líder local. Ahora, ellos buscan refugio con sus amigos y familia. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
¿Dónde está la paz?
En una vereda cercana a donde Eva y su familia se están quedado, nos encontramos con el sacerdote local. Él explica por qué los enfrentamientos y los asesinatos en la regioón continúan a pesar del acuerdo de paz.
“El gobierno está completamente ausente en estas áreas, no tienen control. En su lugar, los grupos armados están luchando por ese control.”
Es por esto que la población se ve obligada a desplazarse, una y otra vez. Las comunidades afro-colombianas e indígenas son quienes más han sufrido en este conflicto. Y continúan sufriendo incluso después del acuerdo de paz.
“Son las verdaderas víctimas de los asesinatos y la violencia” dice el sacerdote.
Imagen: El sacerdote cree que las comunidades afro-colombianas e indígenas han sufrido más el conflicto colombiano y que continúan sufriendo después del acuerdo de paz. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Una nueva situación
“Lo que experimentamos ahora, nunca lo experimenté de niña” dice Eva. “Al crecer, llevé una vida tranquila y pacífica y no escuché hablar sobre los grupos armados hasta que tuve 12 años. Fue entonces cuando escuché sobre los grupos que mataban y obligaban a las personas a desplazarse de un lugar a otro”
Los padres de Eva eran agricultores pobres, pero se aseguraron de que asistiera a la escuela. Cuando estaba estudiando, conoció a su esposo y hoy tienen seis hijos juntos: dos niñas quienes van a la escuela en otra vereda y cuatro niños más jóvenes.
Imagen: El hijo mayor de Eva asiste a la escuela en la vereda. Extraña los animales que tenían en casa y unirse a los viajes de su padre para cazar y pescar. “Nosotros pescamos usando un gancho y una lanza y cazábamos pájaros usando un rifle. Ayudaba a encontrar animales. Teníamos que ser muy silenciosos” dice. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Mantener vivas las tradiciones
Eva y su esposo quieren continuar con las tradiciones que su gente ha tenido a través de generaciones. En casa, él casaba y pescaba, y la familia trabajaba en los campos. Eva cocinaba, tejía ropa y joyas tradicionales con pequeñas perlas decorativas.
“Cuando era pequeña, mi mamá se vestía con ‘paruma’, una falda tradicional que solo cubre la mitad inferior del cuerpo. Ella prefería no utilizar camiseta” dice Eva. Su madre le enseñó a Eva todo lo que sabe hoy.
“Ella me enseñó como pintamos nuestros cuerpos y cómo tejer collares de perlas decorativas que nosotros llamamos ‘chaquiras’. No he olvidado ninguna de las cosas que ella me enseñó”
La madre de Eva aún está viva, pero Eva no sabe dónde está. Ella también tuvo que huir de la violencia y los enfrentamientos en el área. “No he podido contactarla y no sé si está bien. Estoy preocupada por ella”
Imagen: Los Embera decoran sus cuerpos con hermosos usando pintura corporal. La pintura está hecha de jugo de una fruta llamada “jaqua” mezclada con hollín para hacerla negra. Si se deja reposar por más tiempo, el jugo de tomará un color más oscuro. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Deseando una vida pacífica
Uno de los líderes comunitarios explica que no es la primera vez que su pueblo ha sido obligadoa desplazarse. Está frustado con la situación.
“Nuestra genta está forzada a dejar su tierra y todo de lo que dependemos: nuestos animales, nuestros cultivos –Cacao, plátano, maíz.” dice.
Él quiere una vida pacífica.
“Este conflicto ha durado demasiado. Después de todo, nosotros solo tenemos una vida”
Imagen: El hijo menor de Eva duerme tranquilamente en una hamaca en la casa que comparten con otras dos familias. Con suerte, el crecerá en una Colombia donde su gente no se vea forzada a huir de la violencia y los combates nunca más. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados
Los esfuerzos del Consejo Noruego para Refugiados en la zona
El Consejo Noruego para Refugiados (NRC) ha estado presente en Colombia desde 1991.
“En Chocó, informamos a las comunidades indígenas sobre sus derechos y brindamos asistencia legal en cuestiones relacionadas con el derecho a la tierra y a la compensación después de haber sido forzados a desplazarse” dice Judith Palacios, quien trabaja en asistencia legal en NRC. “En esta comunidad ayudamos a asegurar que los niños y niñas logren asistir a la escuela y proveemos agua limpia a la comunidad”
* Los nombres han sido cambiados por razones de seguridad.
Imagen: Judith Palacios trabaja en asistencia legal en NRC. Foto: Ana Karina Delgado/Consejo Noruego para Refugiados